Después de cuatro años en libertad, José López volvió a ingresar al penal de Ezeiza, donde ya había estado detenido entre 2016 y 2020. Esta vez, lo hizo para cumplir la condena que recibió en la causa Vialidad, el mayor escándalo de corrupción del kirchnerismo. El exsecretario de Obras Públicas quedó alojado en el mismo establecimiento donde fue registrado arrojando bolsos con nueve millones de dólares a un convento, una imagen que se volvió símbolo de una década de desmanejo y privilegios.
Vestido con ropa oscura y sin equipaje, López viajó solo desde Río Gallegos a Buenos Aires para presentarse ante la Justicia. En Comodoro Py, se convirtió en el primer condenado del caso Vialidad en ser efectivamente encarcelado. Poco después, el Tribunal Oral Federal 2 ordenó la detención de Cristina Kirchner, aunque en su caso, la pena se cumple en prisión domiciliaria.
Pidió cumplir la condena en Santa Cruz alegando estrés postraumático
Una vez en Ezeiza, López fue trasladado al hospital del penal por un presunto tratamiento psiquiátrico. Según informaron fuentes judiciales, padece un trastorno de estrés postraumático crónico, con pronóstico reservado. No obstante, al día siguiente fue derivado al pabellón común donde, según los informes oficiales, se adaptó sin problemas.
El exfuncionario presentó un pedido formal para volver a Río Gallegos bajo arresto domiciliario, el mismo beneficio que recibió la expresidenta. Su defensa argumenta razones de salud mental y señala que, además, ya se encuentra en proceso un pedido de unificación de penas que podría acercarlo a la libertad condicional.
Reincidente en el mismo penal y acompañado de sus viejos socios
El Servicio Penitenciario Federal determinó que su lugar de alojamiento sería nuevamente el penal de Ezeiza. En ese pabellón convive con otros condenados del caso Vialidad, varios de los cuales compartieron funciones públicas con él. Lejos de mostrarse alterado, López pidió incorporarse rápidamente al régimen común y no presentó dificultades de adaptación.
La rutina carcelaria inicia temprano, con desayuno, limpieza de las celdas de tres por tres metros y, para algunos internos, actividad física. El espacio compartido incluye un televisor y visitas periódicas. Por el momento, López se encuentra abocado a mantener reuniones con sus abogados, quienes intentan reencauzar su situación judicial.
Un engranaje clave en el esquema de corrupción estructural
La condena que mantiene tras las rejas a López se basa en su rol central dentro del esquema de desvío de fondos en la obra pública durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Fue hallado culpable del delito de administración fraudulenta en perjuicio del Estado, con una pena de seis años de prisión, la misma que recayó sobre Cristina Kirchner, Lázaro Báez y Nelson Periotti.
El caso Vialidad reveló cómo se direccionaron 51 licitaciones en Santa Cruz a favor del Grupo Austral, propiedad de Báez. El circuito incluyó sobreprecios, adjudicaciones sin competencia y pagos sin demoras. Desde su cargo, López fue el garante del flujo constante de fondos hacia ese holding, sin objeciones ni controles.
Chats, pagos y la orden de “limpiar todo”
Una de las pruebas más contundentes fue el contenido del celular de López. Las conversaciones registradas permitieron reconstruir la relación directa con Báez, los contratos amañados y las órdenes de borrar evidencias al final del mandato kirchnerista. Según los fiscales, fue una maniobra sistemática en la que López cumplía un rol operativo esencial.
El exsecretario ya había sido condenado en 2018 por enriquecimiento ilícito, pero el caso Vialidad consolidó su figura como ícono del saqueo estatal. Mientras espera que el TOF 2 se pronuncie sobre su pedido de domiciliaria, continúa en prisión, pero en un entorno que le resulta familiar, rodeado por los protagonistas del mismo entramado de corrupción que ayudó a ejecutar.