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POLÍTICA

La CGT respaldó a Cristina Kirchner, pero evitó el paro: «No hay clima» para movilizarse por una condena judicial

Aunque emitieron un documento de apoyo, los gremios mayoritarios se desmarcaron de La Cámpora. El kirchnerismo sindical se reunirá hoy para lanzar su propio plan.

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La interna de la CGT volvió a crujir con fuerza ante la posible confirmación de la condena a Cristina Kirchner en la causa Vialidad. Mientras los sindicatos alineados con el kirchnerismo duro convocaron a una reunión urgente para lanzar huelgas y cortes si la Corte Suprema ratifica la sentencia, la cúpula cegetista prefirió evitar una escalada y descartó un paro general.

«No hay clima para un paro», reconocieron fuentes del consejo directivo, que decidieron limitarse a publicar un documento en apoyo a la expresidenta. Titulado “La democracia está en peligro”, el comunicado repite el guion kirchnerista sobre la supuesta persecución judicial, pero sin asumir ningún compromiso concreto de acción gremial.

Apoyo sin acción: el equilibrio de la CGT

En el texto, la CGT manifestó su «solidaridad y apoyo incondicional» a Kirchner y reclamó al Poder Judicial que actúe «con la integridad que la ley le exige y la sociedad le reclama». Además, alertó que fallos como el de la causa Vialidad podrían alterar «el normal funcionamiento institucional de la Nación».

No obstante, los gremialistas aclararon a la prensa que no impulsarán una protesta formal mientras la Corte tenga pendiente el análisis del capítulo laboral del DNU 70, como tampoco lo harán mientras se discute la reglamentación del derecho a huelga en el decreto 340. El doble discurso es evidente: respaldo simbólico, pero sin poner en juego el poder real del movimiento obrero.

La rebelión kirchnerista dentro del sindicalismo

Frente a esta tibieza, los sindicatos identificados con el kirchnerismo organizarán esta tarde una cumbre en la sede de SMATA para definir su propio plan de lucha. Convocada por Mario Manrique, mano derecha de Sergio Massa y diputado nacional de Unión por la Patria, la reunión incluirá a los gremios más alineados con La Cámpora y el Instituto Patria.

«Si meten presa a Cristina, varios gremios vamos a parar», advirtió Manrique. Y no se quedó ahí: propuso cortes de autopistas, movilizaciones masivas y denunció a la CGT por su inacción. «No sé dónde están. ¿Siguen en la OIT? La CGT perdió la representatividad que supo tener», disparó.

Un movimiento dividido por intereses políticos

Entre los asistentes a la reunión en SMATA estarán Hugo Yasky (CTA), Sergio Palazzo (bancarios), Abel Furlán (UOM), Vanesa Siley (SITRAJU) y otros dirigentes con fuerte presencia en organismos estatales. El objetivo: declararse en “estado de alerta y movilización” y preparar medidas de fuerza en caso de que se confirme la condena.

Furlán, secretario del Interior de la CGT, intentó articular desde adentro un respaldo más firme a Cristina, pero fracasó en su intento de imponer un pronunciamiento conjunto. En declaraciones radiales denunció «una persecución política» y advirtió que «no se descarta ninguna medida desde el movimiento obrero».

La vieja tensión entre Cristina y la CGT

A pesar de los gestos públicos, la relación entre la CGT y Kirchner nunca fue armónica. Durante su presidencia, muchos de los actuales líderes sindicales fueron desplazados o ignorados por el kirchnerismo, que prefirió canalizar el poder territorial a través de organizaciones sociales o militantes como La Cámpora. La desconfianza persiste y se traduce hoy en el rechazo a asumir una defensa institucional de su figura.

De fondo, los cegetistas saben que cualquier reacción desmedida podría afectar sus propios intereses: la Corte aún debe pronunciarse sobre reformas laborales clave para el futuro del sindicalismo argentino. Prefieren no confrontar con el Poder Judicial mientras su supervivencia corporativa esté en juego.

Un operativo con olor a extorsión

Mientras tanto, el kirchnerismo sindical ya comenzó a mover sus fichas para presionar a la Corte con movilizaciones callejeras. El operativo político está en marcha, pero carece de consenso dentro del movimiento obrero. La estrategia de victimización parece repetirse, pero el respaldo es cada vez más débil.

Con un poder sindical fragmentado, sin consenso interno ni convocatoria nacional, y una Justicia que se encamina a cerrar una causa emblemática de corrupción, la suerte de CFK parece depender más de su pasado que de sus aliados presentes.