En medio de un escenario político convulsionado por la condena a Cristina Kirchner, las grietas internas dentro del peronismo no se cerraron, sino que apenas se disimularon. La pelea entre el kicillofismo y el kirchnerismo tradicional, representado por La Cámpora, sigue latente, con una disputa cada vez más explícita sobre quién lidera el armado electoral de cara a las próximas elecciones.
La reciente reunión en la sede nacional del Partido Justicialista (PJ), convocada por Máximo Kirchner, dejó en evidencia que la tan buscada unidad está lejos de concretarse. Aunque el encuentro tuvo como eje la situación judicial de la ex presidenta, también fue una instancia clave para comenzar a delinear una estrategia electoral común, informó NA. Sin embargo, no todos se sintieron representados.
En la mesa estuvieron el Frente Renovador de Sergio Massa, Nuevo Encuentro, Principios y Valores, Frente Patria Grande, entre otros. Pero el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), espacio político que encabeza Axel Kicillof, no tuvo una representación formal. Desde el entorno del gobernador aseguran que no reconocen al Frente Grande, aliado de La Cámpora, como interlocutor válido.
“El kirchnerismo quiere diluirnos en una bolsa de partidos para minimizar nuestro peso. Pero nosotros no somos uno más. Somos una de las dos patas principales del peronismo bonaerense”, advirtieron desde el MDF, elevando la tensión.
La jugada de Máximo Kirchner fue leída como una estrategia para fortalecer su sociedad con Sergio Massa, a quien intenta subir al mismo escalón que Kicillof. “Máximo y Sergio ya son un bloque. Lo que buscan es dividir la mesa de negociación en tercios para quedarse con el control”, señalan desde el entorno del mandatario bonaerense, quien exige trato directo con el hijo de la ex presidenta, reconociendo su peso político pero reclamando igualdad en la toma de decisiones.
El propio Kicillof propuso públicamente, en declaraciones a C5N, la creación de una mesa de diálogo amplia que permita ordenar las candidaturas y los criterios de integración de listas, bajo reglas claras y sin vetos. En ese sentido, reclamó que cada espacio pueda elegir sus candidatos sin interferencias, en alusión a los vetos que Cristina Kirchner aplicó en elecciones anteriores.
Por su parte, el tándem La Cámpora–massismo se inclina por repartir los lugares en las listas según cupos por representación política, mientras que el gobernador propone usar encuestas para definir a los principales candidatos de cada sección electoral. “¿Qué pretende Kicillof, poner él mismo a los cabezas de lista en toda la provincia?”, disparó Paco Durañona, exintendente y dirigente ultrakirchnerista, marcando el rechazo interno que genera esa idea.
Como si fuera poco, también surgieron diferencias sobre el nombre de la alianza electoral. Massa propuso revivir el “Frente Peronista” como sello distintivo, mientras que desde el kicillofismo sugieren una nomenclatura más pluralista e integradora, sin dejar atado el proyecto exclusivamente a la figura histórica del peronismo.
La interna es feroz, aunque silenciosa. La Libertad Avanza observa el conflicto con atención, sabiendo que una eventual ruptura o dispersión del voto opositor podría traducirse en una derrota histórica del peronismo en su bastión más fuerte: la provincia de Buenos Aires.
En los próximos días, el escenario se definirá con mayor claridad. Pero una cosa es segura: si Kicillof, Máximo y Massa no logran sentarse en una misma mesa real, el peronismo se arriesga a pagar muy caro su división.