El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, atraviesa la semana más crítica de sus siete años de mandato. El escándalo de corrupción que envuelve a exaltos cargos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ya no solo golpea la imagen de su gestión: también fractura la coalición que lo sostiene y desata un vendaval político que amenaza con dejarlo sin respaldo parlamentario.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil reveló un informe de casi 500 páginas donde aparecen involucrados José Luis Ábalos, exministro de Transporte, y Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE y mano derecha de Sánchez. Ambos están acusados de integrar una red que cobraba sobornos para adjudicar contratos de obra pública en diversas regiones del país.
Desde la filtración de las pruebas, que incluyen audios y documentos comprometedores, el oficialismo entró en estado de shock. Sánchez, visiblemente afectado en sus últimas apariciones públicas, intentó despegarse del escándalo, pero sus explicaciones no convencieron ni siquiera a sus aliados.
La coalición tambalea: Sumar marca distancia
El primer golpe vino desde adentro. La vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, aseguró que las declaraciones del presidente eran “insuficientes” y advirtió: “La corrupción no es inevitable. Si esto se extiende al PSOE, estaríamos ante un sistema de financiamiento ilegal”.
La tensión escaló cuando los ministros de Sumar decidieron ausentarse de la sesión de control al gobierno en el Congreso, en señal de repudio. Solo participaron aquellos que debían responder preguntas por agenda parlamentaria.
En paralelo, dirigentes de base y aliados provinciales comenzaron a cuestionar en voz alta la continuidad de la legislatura. Ione Belarra, de Podemos, fue tajante: “Políticamente, la legislatura ya está muerta”.
El Congreso, escenario de desgaste
Sánchez llegó al Parlamento temprano. A las 8:15 ya estaba en su banca, rodeado apenas por su círculo socialista más leal. Los ministros de Sumar brillaron por su ausencia, y en las puertas del Congreso, vehículos con carteles de “corrupto” y pancartas ciudadanas le recordaban que el malestar social había tomado forma visible.
Desde la oposición, el ataque fue directo y sin matices. Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular (PP), acusó a Sánchez de liderar “una manada corrupta” y lanzó una advertencia: “Ábalos fue el principio. Cerdán no será el final”. Mientras tanto, desde Vox, su líder Santiago Abascal lo tildó de “indecente, corrupto y traidor”, antes de retirarse del recinto sin escuchar la réplica presidencial.
La bancada del PP acompañó las acusaciones con un canto unánime: “¡Dimisión, dimisión!”.
Sin adelanto electoral… por ahora
Pese a los rumores, Sánchez descartó convocar a elecciones anticipadas. En el hemiciclo fue claro: “El único adelanto será el de las sentencias judiciales que afectan al Partido Popular. Nosotros expulsamos la corrupción”.
Aseguró que el caso, aunque doloroso para el PSOE, no define a su gestión. “Esto no va a opacar el extraordinario momento económico y social que atraviesa nuestro país”, insistió. Pero el desconcierto de sus aliados, incluso los más pragmáticos, habla de un escenario distinto.
Los socios lo presionan con condiciones
Las fuerzas que acompañaron su reelección en 2023 evalúan ahora cómo capitalizar la crisis. Junts per Catalunya, el partido de Carles Puigdemont, exige que se aplique con celeridad la ley de amnistía, aún frenada, y reclama que el catalán sea reconocido como lengua cooficial en la Unión Europea.
Desde Esquerra Republicana, el tono fue más institucional, pero no menos firme. Gabriel Rufián pidió el fin de los fueros para proteger a corruptos y le reprochó al presidente: “Solo actúan contra la corrupción cuando la Guardia Civil la detecta”.
En este tablero de alianzas volátiles, el apoyo depende más de las concesiones pendientes que de la confianza política. La pregunta que flota en el aire es si Sánchez sabía o no de las maniobras ilícitas de sus colaboradores. Y esa duda, aunque aún sin respuesta, ya genera grietas.
“Lo dramático es que no hay salida digna”
Dentro del mismo PSOE, las voces disidentes comienzan a alzarse. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, fue contundente: “Este es el momento más grave de credibilidad del PSOE en su historia reciente”.
Algunos piden un giro. Otros, un final anticipado. El alcalde de Ames, Blas García, fue uno de los primeros en marcar la cancha desde las bases: “Antes de que acabe 2025 hay que celebrar elecciones generales”.
Con más de la mitad del mandato cumplido y una coalición debilitada, Sánchez se enfrenta a un callejón sin salida visible. El Congreso lo espera el 9 de julio para un “pleno monográfico”, donde deberá responder sobre el escándalo. Pero la pregunta ya no es qué dirá, sino si alguien querrá seguir escuchándolo.