El presidente de la Argentina, Javier Milei, volvió a reunirse con Pedrito, un niño de 10 años que ganó visibilidad en redes sociales por su apoyo al mandatario. El encuentro, que tuvo lugar en la Casa Rosada, fue presentado como una charla distendida, pero volvió a encender la polémica por el uso de menores de edad en actos de fuerte contenido político.
Durante la conversación, Pedrito le preguntó directamente a Milei por su falta de saludo a la vicepresidenta Victoria Villarruel y al jefe de Gobierno porteño Jorge Macri durante el Tedeum del 25 de Mayo. La respuesta del Presidente fue tajante: «Roma no paga traidores». La frase, que ya había usado en redes sociales, fue repetida con una sonrisa ante un niño que todavía cursa la escuela primaria.
El mandatario aprovechó la entrevista, que fue grabada por el periodista Roberto Funes, para insistir con su visión sobre la economía. «Argentina lleva 90 años tratando de hacer el camino fácil. En 30 años va a ser una de las principales potencias mundiales», le dijo Milei, y aseguró que «dos tercios de esa mejora se van a ver en los primeros diez años. Así que se vienen diez años gloriosos».
La polémica de los menores utilizados como instrumento de propaganda política
Más allá de las declaraciones políticas, el encuentro vuelve a encender un debate ético. La utilización de menores con fines de propaganda, sea del color político que sea, implica una forma de adoctrinamiento que pone en juego el derecho de niños y niñas a formarse con autonomía. Pedrito no es responsable de su exposición, pero los adultos que lo promueven deberían velar por un desarrollo libre de instrumentalización partidaria.
Los niños están en una etapa de formación donde deberían aprender sobre los orígenes de la patria, los principios democráticos y la diversidad ideológica. Antes de definirse políticamente, deberían tener acceso a una formación integral, que incluya ideas de izquierda, de derecha y de todas las corrientes que construyen el pensamiento crítico.
La participación infantil en política no es nueva, pero el riesgo es mayor cuando se convierte en herramienta de comunicación para adultos. Ya sea en actos, redes sociales o medios, la política no debe manipular la infancia. La exposición pública de un niño en un rol político, sin capacidad plena de comprender las implicancias, roza los límites de lo ético.
Este es el segundo encuentro entre Milei y Pedrito. El primero fue en abril, durante un acto por Malvinas. Esta vez, además de libros, el niño se llevó una nueva dosis de validación en su rol de «militante libertario». Mientras tanto, crece la preocupación entre especialistas y pedagogos por la normalización de este tipo de situaciones, donde la infancia queda atrapada entre cámaras, consignas y estrategias de campaña.