Con el receso invernal a la vuelta de la esquina y una escena política recalentada tras el revés en el Senado, el Gobierno de Javier Milei aguarda la aparición de una «ventana política» que le permita reactivar el diálogo con los gobernadores. El objetivo es claro: garantizar que los vetos del Presidente a los proyectos de aumento jubilatorio y de emergencia en discapacidad no sean revertidos en la Cámara de Diputados.
Aunque aún hay dudas sobre cuál será la mejor estrategia, el núcleo político de Balcarce 50 —integrado por Guillermo Francos, Karina Milei, Lisandro Catalán y los Menem— mantiene la confianza. Según fuentes cercanas, el Gobierno analiza dos caminos posibles: retomar las conversaciones con un grupo reducido de mandatarios o concentrarse exclusivamente en los aliados. La primera opción, ya ensayada sin éxito, dejó heridas abiertas. La segunda se muestra más «tentadora», según deslizan en la Casa Rosada.
Críticas a Kicillof
«¿Para qué incluir a Kicillof si no va a aportar ni medio diputado?», se preguntó con crudeza un funcionario nacional, en referencia al gobernador bonaerense, cada vez más aislado del tablero legislativo. Esa es la lógica que empieza a imponerse en el oficialismo: no gastar energías con quienes ya demostraron que no están dispuestos a colaborar con el equilibrio fiscal ni con la gobernabilidad.
El Gobierno también tiene otra carta sobre la mesa: los proyectos de coparticipación del impuesto a los combustibles y de distribución de Aportes del Tesoro Nacional (ATN), que los gobernadores impulsaron en el Senado y ahora llegan a Diputados. Podrían ser moneda de cambio en la negociación por los vetos. Sin embargo, aún no hay garantías de que eso alcance para blindar el tercio necesario que impida que la oposición junte los dos tercios requeridos para deshacer la decisión presidencial.
La batalla en Diputados será clave. Allí entran en juego Martín Menem, presidente de la Cámara baja, y su tío Eduardo “Lule” Menem, pieza clave del engranaje político y hombre de confianza de Karina Milei. Ambos lideran las gestiones con gobernadores, aunque en las últimas semanas fueron blanco de críticas por supuestas campañas políticas en las provincias. Desde el Gobierno niegan rotundamente esas acusaciones y aseguran que el malestar expresado es «fingido».
«Salvo en Corrientes, donde hubo un tema puntual, con el resto todo estuvo bien», remarcaron fuentes oficiales. En paralelo, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, continúa en su rol articulador: mantiene contacto directo con el Presidente, le informa sobre los avances y, tras la caída de los proyectos en el Senado, fue quien moderó el discurso oficialista ante la prensa y los gobernadores.
Apoyo oficial al equipo
Pese al tropiezo, Francos conserva el respaldo total de Milei. «Es el mejor jefe de Gabinete de la historia», lo elogió el Presidente el día posterior a la votación. La sintonía entre Francos y los Menem fluye, y el equipo trabaja desde la planta baja de Balcarce 50, donde antes funcionaba el Ministerio del Interior.
Quien se mantiene al margen, por ahora, es Santiago Caputo. El asesor más cercano al Presidente decidió dar un paso al costado en lo que respecta a las negociaciones políticas y se abocó a tareas de gestión, en desacuerdo con la línea que hoy comanda el vínculo con las provincias.
Mientras tanto, en Diputados ya se comenzó a hacer el poroteo para blindar los vetos. A diferencia del año pasado, cuando se necesitaban 87 votos para sostener el rechazo a la suba de jubilaciones, esta vez estiman que bastará con entre 72 y 75 diputados. “Nos alcanza y nos sobra”, deslizan confiados desde el bloque libertario.
En el oficialismo insisten en que la relación con los gobernadores aliados nunca se rompió. Sin embargo, reconocen que mantener el equilibrio entre sostener el ajuste fiscal y evitar rupturas con las provincias es cada vez más complejo, sobre todo en un año electoral donde las tensiones suelen amplificarse.