Luego de la derrota legislativa que sufrió el Gobierno en el Senado, donde se aprobaron leyes clave como el aumento del bono jubilatorio y la prórroga de la moratoria previsional, el presidente Javier Milei ya anticipó que vetará estas iniciativas. Sin embargo, la oposición se prepara para dar batalla y buscar los dos tercios necesarios para insistir con la sanción definitiva, en una votación que promete ser aún más tensa que la anterior.
Lo que hasta hace meses era el “escudo de 87 diputados leales”, parece hoy un frente desdibujado, con grietas internas, bloques aliados que se reconfiguran y gobernadores que se animan a desobedecer al Ejecutivo.
¿Sigue existiendo la tropa libertaria?
La última vez que el oficialismo logró blindar un veto fue en septiembre de 2024, cuando logró que un grupo de 87 diputados frenara la embestida opositora. Pero el contexto político y económico era otro: las provincias aún creían en la promesa de orden macroeconómico, y la Casa Rosada todavía tenía algo de poder para condicionar con recortes o favores fiscales.
Hoy, con la obra pública frenada, la recaudación provincial en caída y el malestar social en alza, los gobernadores ya no están dispuestos a pagar el costo político del ajuste. La postal del 9 de julio sin gobernadores en Tucumán, que obligó a suspender el acto central, fue un mensaje claro: la paciencia se acabó.
Fugas por derecha, por izquierda y por el centro
Las deserciones del bando oficialista comenzaron por casa. La diputada Marcela Pagano, libertaria pura, dio quórum y votó con la oposición. También se desmarcaron los tres diputados del MID, espacio que comanda Oscar Zago. Sólo Claudia Ibañez votó en línea con el Ejecutivo.
En el bloque de radicales dialoguistas, ahora reconvertido en “Liga del Interior”, la lealtad también cruje. Martín Arjol y Mariano Campero votaron contra el Gobierno, mientras que otros tres (Cervi, Picat y Tournier) optaron por ausentarse, una forma diplomática de evitar el choque directo.
Los tres diputados tucumanos que responden al gobernador Osvaldo Jaldo, que habían ayudado a blindar el veto el año pasado, ahora votaron a favor del aumento jubilatorio. Lo mismo ocurrió con las sanjuaninas Picón y Moreno, alineadas a Marcelo Orrego, que ya no son confiables para el oficialismo.
En el PRO, informó NA, el Gobierno aún pesca adhesiones, pero los larretistas como Álvaro González y Héctor Baldassi ya se bajaron del barco. Además, la decena de diputados macristas se mueve con autonomía, y muchos estuvieron ausentes o directamente votaron en contra en las últimas sesiones.
Innovación Federal ya no es garantía
El bloque Innovación Federal, clave en otras votaciones, ya no garantiza neutralidad. En la última sesión, misioneros, salteños y rionegrinos votaron en contra del Gobierno en los emplazamientos por el financiamiento universitario y la emergencia del Hospital Garrahan.
No hubo ningún voto negativo dentro del bloque, una señal clara del cambio de postura. El neuquino Llancafilo (MPN) y el santacruceño Garrido (PSC), hasta ahora habituales aliados del oficialismo, también votaron con la oposición.
¿Qué puede pasar con el veto?
La reacción del oficialismo será vetar los proyectos aprobados en el Senado, y desde allí intentar reunir nuevamente el tercio necesario para impedir que la oposición insista. Pero el escenario es adverso: la fragmentación legislativa, los reclamos de las provincias, la pérdida de autoridad política y el crecimiento del malestar social hacen que la defensa del veto sea más difícil que nunca.
Mientras tanto, la oposición se fortalece, capitaliza el desgaste del Gobierno y se muestra unida en torno a temas sensibles como las jubilaciones y la discapacidad.
¿Hay margen para otra derrota?
En la Casa Rosada saben que otra caída legislativa sería un golpe político difícil de disimular. Aun con el recurso del veto, el costo de perder el control del Congreso en temas clave se transforma en una derrota simbólica de gobernabilidad.
La pregunta ya no es si Milei vetará, sino si podrá sostener ese veto. Y lo que está en juego no es sólo una ley, sino la autoridad misma del Presidente frente al Congreso.
La respuesta se conocerá después del receso invernal, pero el clima ya anticipa lo que viene: una batalla legislativa donde la soledad presidencial empieza a ser tan evidente como el desgaste del relato libertario.