La política arancelaria de Donald Trump volvió a tensar las relaciones entre Washington y Bruselas. La decisión del presidente norteamericano de aplicar un arancel del 30% a bienes y servicios provenientes de los 27 países de la Unión Europea impactó de lleno en economías clave del bloque, entre ellas Italia, que mantiene uno de los mayores volúmenes de intercambio con Estados Unidos.
Francia y Alemania no tardaron en levantar la voz, y en Roma el gobierno ya dejó trascender que analiza una contraofensiva con represalias equivalentes por 27.000 millones de dólares si Washington no da marcha atrás. La tensión, aunque contenida, va en aumento, en un contexto donde la premier Giorgia Meloni se ve obligada a navegar entre su cercanía con Trump y la necesidad de defender los intereses estratégicos del país.
Meloni, entre la diplomacia y las advertencias económicas
Hasta el momento, la jefa del Ejecutivo italiano ha optado por el silencio. Su vínculo con Trump, forjado en años de sintonía ideológica, contrasta con el creciente malestar en el Parlamento y entre los sectores exportadores. La prensa italiana recordó que cuando Meloni debutó como legisladora hace casi dos décadas, una de sus primeras intervenciones fue para reclamar la repatriación del oro italiano depositado en Estados Unidos: 2.482 toneladas valuadas en 196.000 millones de dólares.
Ese debate, que parecía superado, ahora resurge con fuerza ante el temor de un deterioro prolongado en la relación bilateral. En sectores nacionalistas de Italia ya se discute la necesidad de recuperar las reservas físicas como medida de precaución.
Impacto económico y presión de los sectores productivos
La magnitud de los intercambios entre ambas potencias pone en perspectiva lo que está en juego. El flujo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea supera los 1,6 billones de euros anuales, lo que representa el 43% del Producto Bruto mundial. Solo Italia exporta bienes por decenas de miles de millones al mercado estadounidense, principalmente maquinaria, alimentos, automóviles y productos químicos.
Si las tarifas se aplican sin concesiones, el golpe sería directo sobre las pymes exportadoras y sectores industriales que dependen del acceso al mercado norteamericano. Los cálculos preliminares que circulan en Roma ya estiman un daño comparable al de una crisis sectorial.
Giro hacia nuevos aliados: Asia, América Latina y el sur global
Ante esta situación, la Unión Europea acelera la búsqueda de nuevos socios estratégicos. La Comisión Europea avanza en negociaciones con Indonesia, un mercado emergente clave en sectores como agroalimentación, acero, automotores y tecnología digital. Además, el Mercosur vuelve a aparecer en el radar europeo como una plataforma de intercambio con alto potencial de crecimiento.
También México, con un entramado industrial sólido y apertura al comercio multilateral, es considerado por Bruselas como un socio con proyección. En paralelo, el grupo BRICS aparece como un bloque dispuesto a absorber parte de las exportaciones que podrían verse desplazadas por las nuevas barreras norteamericanas.
Una pulseada con plazos definidos
Trump fue claro en su cronograma: las negociaciones con Europa arrancarán el 1 de agosto y tendrán un plazo de solo ocho días. El tono confrontativo del mandatario estadounidense alimenta el escepticismo, pero desde Bruselas y Roma insisten en que es tiempo de «prudencia y firmeza», una fórmula que combine diplomacia con determinación para evitar una escalada destructiva sin renunciar a la defensa de los intereses europeos.
Mientras tanto, la discusión política crece en intensidad. Europa no solo intenta frenar los efectos de la medida estadounidense, sino también redefinir su lugar en el nuevo orden comercial multipolar que emerge. Y, en ese tablero, Italia deberá decidir si prioriza su histórica alianza con Washington o si lidera junto a Francia y Alemania una estrategia firme para proteger su soberanía económica.