Los viñedos de Luján de Cuyo, en nuestro país, se han asociado desde hace tiempo con el perfumado y elegante Malbec, eclipsado por los majestuosos Andes y sus cumbres nevadas. Sin duda, supone una de las regiones productoras de vinos finos más importantes de Mendoza en la actualidad. Tal es así que grandes figuras han invertido en los excepcionales suelos de Luján de Cuyo, como Catena Zapata, Mendel, Luigi Bosca y Trivento. Además, es fácilmente accesible (a menos de 20 kilómetros) desde la ciudad de Mendoza, mientras que la infraestructura turística de la zona se encuentra entre las más desarrolladas y sofisticadas de Argentina.

A menudo descrita como el «Valle de Napa de Sudamérica«, esta dinámica región es una potencia exportadora sólida y cada vez más globalizada. Sin embargo, Luján de Cuyo no se limita a Malbec. Es una región con una oferta diversa, con cinco subzonas distintas y varios mesoclimas. El valle puede producir excepcionales Cabernet Sauvignon, suculentos Pinot Noir (siempre que el terreno sea lo suficientemente fresco) y un vigoroso Sauvignon Blanc, un verdadero competidor de los vinos blancos secos del vecino Chile. Los suelos pobres, la accesibilidad al agua de riego y la gran altitud han creado un paraíso vitivinícola en la Tierra, donde la experimentación con nuevas variedades es fundamental. En Luján de Cuyo, la diversidad es clave.
Es por todo ello que Luján de Cuyo, en el año 1989, fue la primera región en el continente en recibir la DOC, siglas para Denominación de Origen Controlada. Con este apelativo se identifica a los productos originarios de una región, cuyas distintivas cualidades responden exclusivamente al medio geográfico, considerando tanto los factores naturales como a los de intervención humana que hacen posible su producción.
El terroir y las cualidades geográficas
Los impresionantes paisajes del oeste argentino se conocen localmente como Cuyo, un término introducido por los habitantes originarios de la provincia, los huarpes itinerantes. El término deriva de la palabra cuyum, que significa «tierra arenosa», una descripción acertada del terreno aluvial que cubre el valle de Luján de Cuyo.
Tras establecerse en Mendoza y la vecina San Juan en el siglo XV, los huarpes introdujeron el primer sistema de riego de la zona, un legado que sigue siendo importante en la actualidad. De hecho, gracias a una compleja y antiquísima red de acueductos, Mendoza sustenta actualmente más del 65 % de la producción vitivinícola argentina.
Históricamente, estos acueductos, alimentados por ríos, proporcionaban riego por inundación, cubriendo la capa superficial del suelo con grandes cantidades de agua de deshielo proveniente de los Andes. Sin embargo, este antiguo sistema puede causar una inflación de las cosechas, por lo que muchos productores de Luján de Cuyo, preocupados por la calidad, han instalado sofisticada tecnología de riego por goteo en sus viñedos. Este compromiso con la calidad y la innovación permite una precisión simplemente imposible con los métodos de riego por inundación.
Las ventajas territoriales de Luján de Cuyo
Aquel hecho, sumado a una infinidad de ventajas topográficas, ha convertido a Luján de Cuyo en la primera división del viñedo argentino. Hoy en día, existen unas 15.000 hectáreas de viñedos, ubicadas al suroeste de la ciudad de Mendoza, en un exuberante oasis verde, lo cual constituye un auténtico contraste con el desierto circundante. Esto es posible gracias a una intrincada serie de arterias y canales que transportan agua desde el río Mendoza, que llega en cantidades mínimas a las vides.

Al oeste se encuentran los majestuosos Andes, mientras que las suaves colinas de Lunlunta bordean el flanco oriental. Conocida como la Primera Zona, Luján de Cuyo abarca cinco subregiones distintas: Agrelo, Compuertas, Pedriel, Ugarteche y Vistalba. Cada una de estas zonas disfruta de un clima cálido y seco (gracias al efecto de sombra pluvial de los Andes). Al mismo tiempo, la intensa radiación solar es responsable de los taninos sedosos y la exótica madurez que los consumidores asocian ampliamente con el Malbec argentino.
Sin embargo, pocos vinos de alta calidad tienden a ser porosos debido a una altitud promedio de 1000 metros sobre el nivel del mar. Al combinarse con las brisas refrescantes que soplan desde los Andes, la variación diurna de temperatura actúa como una barrera contra la sobremaduración, ralentizando el metabolismo de la vid al atardecer.
Así, vinicultores y enófilos pueden mantener la acidez sin sacrificar el desarrollo fenólico, para su deleite. El terroir, por su parte, está compuesto de partículas de arena, arcilla y limo, transportadas por el río Mendoza y provenientes de las altas cumbres de los Andes. Pobres en materia orgánica, estos suelos aluviales producen bayas pequeñas de alta calidad, siempre que las vides no se rieguen en exceso.