Justo al oeste de Pamplona, junto al río Ega y las montañas Cantábricas, se encuentra la finca Chivite Legardeta. Aquí, a lo largo de casi cuatrocientos años, los productores de vino han mantenido vivas las tradiciones del norte de España. Pero, hay que decirlo, sin perder de vista las prácticas vitivinícolas modernas. Con la calidad como pilar central, los vinos de Chivite tienen una fuerte conexión con la tierra y el carácter de los viñedos, además de su capacidad para sobrepasar cualquier obstáculo.

Con Francia al norte y el País Vasco al este, Navarra siempre ha sido un lugar de múltiples influencias. (De hecho, durante mucho tiempo, Navarra formó parte de Francia). Y lo mismo ocurre con Chivite. Desde su fundación en 1647, Chivite ha evolucionado con el tiempo. Es una de las dinastías vinícolas más antiguas de toda Europa y su historia está íntimamente ligada a este rincón de España. En esta encrucijada entre España y Francia, entre el Atlántico y el Mediterráneo, se encuentra esta bodega contemporánea pero histórica que fusiona uvas españolas y francesas en los viñedos. Asimismo, cuentan con una vinificación clásica y modernidad en la bodega, porque a lo largo del tiempo, los viticultores también han dejado su huella.
El territorio
Toda la fruta de los vinos de Chivite proviene de la impresionante finca Legardeta, de 600 hectáreas, con más de 103 dedicadas a viñedos. Aquí se cultivan vides de todo tipo, desde Garnacha hasta Chardonnay. Los suelos son rocosos y calizos. Finalmente, su microclima único recibe la influencia del Atlántico al norte, el Mediterráneo al sureste y la calidez de los Pirineos.
Es así que a esta altitud, y muy cerca del río Ega, las vides se benefician de los efectos refrescantes del calor del verano y de la protección contra las heladas en primavera. Entonces se favorece una producción baja pero de uvas concentradas. Con la sostenibilidad como prioridad, Chivite fomenta la biodiversidad en sus viñedos a través de árboles y animales. Una búsqueda inquebrantable de la perfección siempre ha definido a Chivite.
Es así que los suelos difíciles, ni el clima riguroso, ni las adversidades de siglos pasados se interpusieron en su camino. Efectivamente, el enfoque único siempre ha sido la excelencia, la obsesión permanente de la bodega. En otras palabras, ser pioneros en la calidad, la capacidad de envejecimiento y la facilidad de transporte de los vinos de Chivite.
La maestría contemporánea
Chivite ha atraído a reconocidos talentos mundiales en la elaboración de vinos a su bodega, convirtiéndola en un referente en prácticas de viñedos y enología. Entre estos auténticos maestros se encuentra el destacado enólogo y consultor bordelés Denis Dubourdieu (quien colaboró con los prestigiosos Château d’Yquem, Cheval Blanc y Château Margaux, entre muchos otros), un experto en vinos blancos, creador de la Colección 125 Blanco de Chivite en 1993.

Además cuenta con César Muñoz, un destacado consultor de la Ribera del Duero española también colaboró con la bodega. Y hoy, David González, quien ha dejado una gran huella en Rioja, también supervisa la elaboración de vinos en Chivite. “Nuestro principio rector es honrar el legado de Chivite y, al mismo tiempo, aprovechar las nuevas oportunidades y los nuevos desafíos”, afirma González.
Nuestra misión siempre ha sido transmitir los excepcionales viñedos y tradiciones de Chivite a través de los vinos y crear botellas con la capacidad de envejecer durante mucho tiempo. Cada generación ha seguido adelante, consolidando el legado de la bodega.