El hallazgo de restos humanos en una casa de Coghlan permitió resolver un misterio que llevaba cuatro décadas: la identidad del llamado «NN de Coghlan». Se trataba de Diego Fernández Lima, un joven de 16 años que desapareció el 26 de julio de 1984, cuando salió de su casa en Villa Urquiza rumbo a lo de un compañero de colegio. Desde entonces, su familia lo buscó sin éxito.
Los huesos fueron encontrados en el jardín de un chalet de dos plantas ubicado en avenida Congreso 3.742, propiedad de la familia Graf, que residía allí en los años ’80. La autopsia determinó que Diego fue asesinado de una puñalada a la altura de la cuarta costilla derecha y enterrado con todas sus pertenencias en una fosa de apenas 60 centímetros de profundidad, cerca de la pileta.

Entre los actuales moradores figura una mujer de unos 90 años y su hijo, Cristian Graf (56), señalado como posible implicado porque era compañero de colegio de Diego en la ENET N.º 36 y compartía la afición por las motos. Un amigo declaró haberlo visto por última vez en Naón y Monroe, a dos cuadras de la casa donde aparecieron los restos.
Principales hipótesis
Aunque las sospechas sobre la familia Graf son numerosas, las posibilidades de obtener una condena penal son prácticamente nulas. Según la ley argentina, incluso los delitos con pena de prisión perpetua prescriben a los 15 años, salvo que el acusado sea miembro de una fuerza de seguridad o haya sido condenado por otro delito posteriormente. En este caso, ya transcurrieron 41 años.
La alternativa sería un juicio por la verdad, mecanismo que permite establecer la responsabilidad de una persona sin que ello implique cárcel. Esta figura fue utilizada recientemente en causas como el crimen de Nora Dalmasso, donde la investigación se vio limitada por el paso del tiempo.
Una vida truncada
Diego, apodado «El Gaita», jugaba al fútbol en el club Excursionistas y era alumno aplicado. Vestía el uniforme escolar cuando desapareció. Su cuarto permaneció intacto por decisión de sus padres. Su padre, «Tito», murió en 1991 en un accidente de tránsito. La madre, Irma, de 87 años, vive aún y está al tanto de la situación.

La clave para resolver el caso la dio un sobrino, que relacionó la noticia del hallazgo con los datos que se difundían: edad, vestimenta, contextura. El reconocimiento final llegó gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que confirmó su identidad mediante análisis de ADN.
El EAAF continúa convocando a familiares de personas desaparecidas en democracia a aportar muestras para identificar restos no reclamados. El caso de Diego confirma que, incluso tras décadas, la verdad puede salir a la luz, aunque la justicia penal llegue demasiado tarde.