Tras casi una década al frente de la central obrera, Héctor Daer, Carlos Acuña y Octavio Argüello se despiden de la conducción de la CGT. El 5 de noviembre, apenas días después de las elecciones legislativas nacionales, se definirá la nueva cúpula sindical en medio de tensiones internas, con sectores que proponen un unicato combativo y otros que buscan mantener un triunvirato dialoguista.
La CGT llega a este recambio con un fuerte desgaste. Desde noviembre de 2023, cuando asumió Javier Milei, el poder adquisitivo de los salarios formales se contrajo 5,5% en términos reales, mientras la central se limitó a tres paros generales y algunas presentaciones judiciales. Lejos de defender a los trabajadores, las medidas gremiales apenas sirvieron para preservar el poder de las cúpulas y sostener viejos privilegios.
El triunvirato surgido en 2016 bajo el macrismo nunca logró unidad. Pablo Moyano renunció en 2024 denunciando “pasividad”, y su salida expuso la fractura. A pesar de las movilizaciones, los gremios no pudieron impedir la consolidación de las reformas laborales que avanzan en el Congreso.
Privilegios y falta de renovación
La discusión sobre el futuro de la CGT gira entre repetir un triunvirato debilitado o pasar a un unicato. Los más combativos, encabezados por Abel Furlán (UOM), buscan una central alineada con el kirchnerismo para confrontar de manera directa con Milei. Pero no tienen un liderazgo claro que convoque consensos.
Del otro lado, dirigentes como Luis Barrionuevo (Gastronómicos), Armando Cavalieri (Comercio) o Jorge Sola (Seguros) insisten en mantener el diálogo, aunque sin abandonar el esquema de poder que les garantizó beneficios durante décadas.
Los sindicatos más dialoguistas como UPCN y UOCRA promueven un nuevo triunvirato con nombres menos conocidos, como Cristian Jerónimo, Jorge Sola y Maia Volcovinsky, pero el problema de fondo sigue siendo el mismo: gremios que deciden en cúpulas cerradas y con poco respaldo social real.
Una disputa política más que sindical
La definición de la nueva conducción sindical estará atravesada por el resultado de las elecciones del 26 de octubre. Si Milei se fortalece en las urnas, el poder de la CGT se reducirá aún más. Si la oposición logra crecer, los gremios buscarán reposicionarse como herramienta política para desgastar al Gobierno.
En cualquier caso, el sindicalismo argentino enfrenta una crisis de representación. Lejos de defender a los trabajadores, los líderes gremiales quedaron asociados a paritarias que perdieron contra la inflación, a negocios opacos y a una estructura anclada en el pasado. El “recambio” anunciado no parece alterar esa lógica.