25 años después de su renuncia a la vicepresidencia de la Nación, hecho que marcó la antesala del final del gobierno de la Alianza, Carlos «Chacho» Álvarez vive bajo un severo ostracismo autoimpuesto, alejado de la política y como un vecino más de Palermo. Con 75 años y una salud frágil debido a EPOC, el ex vicepresidente mira con un impasible ojo crítico su participación en el gobierno de Fernando de la Rúa.
El periodista de La Nación Damián Nabot describe una escena en la cotidiana vida de Álvarez, tomando café en un tradicional bar de Palermo, Varela Varelita, donde es abordado por vecinos que lo reconocen y escuchan hablar de política y su historia personal. «Soy un político del pasado, del siglo XX. No pertenezco a esta época, no entiendo nada«, señala.
Álvarez se recrimina el fracaso del FREPASO, la alianza política de los noventa que buscaba superar al menemismo y «extirpar la corrupción del sistema político argentino«. Nabot lo describe como «lúcido y sagaz en sus análisis, pero particularmente cruel cuando se refiere a si mismo». En su lucha contra la corrupción, Álvarez tuvo cruces con el Gabinete Nacional, convencido de que el Gobierno pagaba a senadores peronistas para aprobar leyes, y denunció empleados «acomodados» por la política en el Senado mientras presidía la Cámara.
Una mirada sobre la actualidad
Sobre el peronismo, el ex vice afirma que está atado por «tres tabúes»: la incapacidad de aceptar una macroeconomía ordenada para dirigir un país, enfrentar la inseguridad y encarar una «regeneración moral». Mientras que del presidente Javier Milei dice: «Quiere gobernar como outsider, pero necesita apoyo» y le recomienda «fortalecerse en la Provincia de Buenos Aires».
Asimismo, sostiene que la solución para la coyuntura política argentina debe venir de la mano de un «consensualismo perdido», acuerdos básicos entre los principales partidos. Según Álvarez, a partir de 2008 y durante los gobiernos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, la política argentina se centró en «construir enemigos«, práctica que se profundizó durante la actual gestión.
Tras su salida del gobierno de De la Rúa y la crisis en la Alianza, Álvarez se apartó de la vida pública, llegando a rechazar propuestas posteriores por parte de Néstor Kirchner para ser canciller. A pesar de este exilio autoimpuesto, aceptó un cargo en el Mercosur como representante de Argentina en la Comisión de Representantes Permanentes del organismo, y fundó el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Cepes), un centro de estudios enfocado en la integración de países de Latinoamérica.