La economía argentina lleva meses sin señales de reactivación. Las presiones cambiarias, la incertidumbre electoral y la retracción del consumo consolidaron un escenario de estancamiento prolongado. Según los analistas, revertir este panorama requerirá políticas coordinadas y resultados que no serán inmediatos.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo su proyección de crecimiento para 2025 al 4,5%, un punto menos que en julio, según su informe de Perspectivas de la Economía Mundial. El organismo atribuye el recorte a factores externos —como la desaceleración global y el endurecimiento financiero internacional— y a condiciones internas, entre ellas la política de consolidación fiscal y el menor impulso del consumo privado.
Los últimos datos del Indec confirman la debilidad: en julio, la actividad cayó 0,1% mensual, encadenando tres meses consecutivos de descenso.
Una economía partida en sectores
La consultora Qualy detectó un comportamiento dispar en agosto y septiembre. Los rubros vinculados a la exportación y al petróleo mostraron dinamismo, mientras que el consumo masivo y los servicios continuaron en retroceso. La industria pyme cayó 1,8% y las ventas minoristas se redujeron 2%, aunque la producción automotriz creció 16,7% en septiembre.
Por su parte, el Índice Líder de Analytica registró un leve repunte de 0,1% en agosto, confirmando el estancamiento general. Los sectores metalúrgico y automotriz mejoraron, pero la construcción, la industria cárnica y el consumo interno continuaron en baja.
La UIA estimó una contracción industrial de 3,5% interanual en septiembre y señaló que 15 de los 16 sectores relevados mostraron caídas frente a 2024.
Qué falta para salir del estancamiento
Para Javier Okseniuk, director de LCG, la salida requiere un cambio estructural:
«Argentina no va a salir de su estancamiento secular hasta que la inversión y las exportaciones despeguen. Hace falta previsibilidad macro y resolver los cuellos de botella micro con soluciones caso por caso», señaló.
El economista advirtió que no se trata de un problema de presupuesto, sino de confianza: «Se necesita una épica inversora y exportadora. El equilibrio fiscal debe complementarse con equilibrio externo y una estrategia política que refuerce la gobernabilidad. Así bajarán las primas de riesgo y volverá el financiamiento».
Desde CP Consultora, Pablo Moldován coincidió en que el programa económico oficial apuesta a la inversión, pero con baja potencia de arrastre. «El crédito, que venía sosteniendo la demanda, llegó a un punto de saturación. Es necesario abandonar la represión salarial y acompañar con inversión pública», planteó.
Los límites estructurales
En diálogo con Infobae, Guido Zack, economista de Fundar, remarcó que en el corto plazo no hay margen para reactivar: «Faltan dólares para crecer, y el crecimiento consume dólares, no los genera».
A mediano plazo, explicó, permitir que el tipo de cambio se alinee con la productividad «podría restablecer los incentivos y, tras algunos meses de estabilidad, habilitar un crecimiento moderado». Sin embargo, descartó una política fiscal expansiva que no derive en más tensión cambiaria.
El factor político y la mirada del empresariado
Para Aldo Abram, de Libertad y Progreso, el rumbo económico dependerá del resultado electoral del 26 de octubre. «Si los partidos que respaldan las reformas ganan poder en el Congreso, podría reactivarse el consumo y la inversión. Si ocurre lo contrario, la recesión persistirá», advirtió.
El empresariado, reunido en el Coloquio de IDEA, coincidió en la preocupación por la falta de dinamismo. Aunque predomina la cautela, algunos ejecutivos vislumbran un moderado optimismo para 2026, condicionado al avance de las reformas fiscales, laborales y previsionales.
Por ahora, la consigna es clara: resistir la inercia de la recesión y apostar a la estabilidad política como base para reconstruir la confianza.