El Gobierno de Javier Milei ratifica su apuesta por el “súper peso” y se inspira en el plan de estabilización israelí implementado en 1985 por Shimon Peres. La conducción del Banco Central (BCRA) confía en que, tras la consolidación de la estabilización y el repunte de la actividad, la demanda de dinero se fortalecerá, permitiendo mantener el tipo de cambio estable dentro de un esquema de bandas.
Según estimaciones oficiales, a partir de 2026 el BCRA podría comenzar a acumular reservas, un punto clave del programa económico libertario. Sin embargo, analistas locales y extranjeros advierten que persisten dudas sobre la capacidad del país para honrar sus compromisos externos y sostener el equilibrio fiscal sin recurrir a financiamiento monetario.
El plan israelí como guía
La estrategia oficial, reflejada en informes recientes del Banco Central y en presentaciones ante inversores, adopta como modelo el programa antiinflacionario israelí de 1985, basado en una combinación de disciplina fiscal, anclas nominales y bandas cambiarias.
El propio Milei declaró al Financial Times que la política de bandas se mantendrá “al menos hasta 2027”, confirmando la continuidad del esquema de tipo de cambio administrado con un deslizamiento del 1% mensual, por debajo de la inflación. La decisión marca un contraste con su discurso inicial sobre la eliminación del peso.
Tres etapas hacia la re-monetización
El vicepresidente del BCRA, Vladimir Werning, detalló en Washington una hoja de ruta en tres fases: estabilización, transición de régimen y re-monetización.
Durante la primera etapa, correspondiente a 2024, el objetivo fue cortar la dominancia fiscal y contener la inflación mediante metas monetarias estrictas. “El desafío consistió en eliminar el exceso de dinero en circulación y estabilizar los precios relativos”, explicó Werning.
Riesgos electorales y flexibilidad monetaria
La segunda fase, prevista para 2025, implicará adaptar las metas monetarias para superar la represión financiera heredada de los controles cambiarios. El plan contempla levantar las restricciones en abril y eliminar el esquema de LEFI en julio, favoreciendo un mercado cambiario más libre y un equilibrio externo sostenible.
Werning advirtió que ese año podría presentarse un “riesgo de evento electoral”, con impacto en la demanda de dinero.
En ese contexto, el BCRA busca evitar que la incertidumbre política deteriore la confianza en el peso. Actualmente, la cobertura cambiaria alcanza el 40% del agregado M2, reflejando el peso del dólar en el sistema financiero argentino.
La etapa de reactivación
A partir de 2026, el programa ingresará en su fase de re-monetización, en la que el Banco Central buscará estimular la demanda de dinero y acumular reservas. “El margen para el crecimiento monetario es amplio y puede financiarse con fuentes internas o externas”, señaló Werning.
El funcionario explicó que las fuentes de dinero interno asociadas al déficit fueron eliminadas. Mientras que el dinero externo —vinculado a las compras de reservas— permitirá expandir el crédito y sostener la recuperación económica.
El “punto Anker”: transferencia de liquidez al sector privado
El director del BCRA, Federico Furiase, profundizó el análisis y definió el concepto de “punto Anker”: el momento en que los bancos dejan de renovar deuda pública para prestar a empresas y familias.
“Ese punto marca el inicio de la re-monetización. Es cuando la economía se reactiva, bajan las tasas, crece la demanda de crédito y la inflación se desacelera”, explicó. Según Furiase, esa dinámica implica una transferencia de liquidez del sector público al privado, clave para sostener el crecimiento.
Una base monetaria mínima
Furiase advirtió que “la cantidad de pesos en la economía es irrisoriamente baja”. Según sus datos, el M2 privado transaccional equivale al 6% del PBI, muy por debajo del promedio histórico del 10,5%. La base monetaria, en tanto, representa solo el 4,6% del PBI, frente a un máximo del 10% registrado en períodos previos.
“Con la estabilización y el repunte de la actividad productiva, es lógico esperar una recuperación de la demanda de pesos”, afirmó el funcionario. Y quien consideró que ese proceso permitirá acumular reservas y ampliar el crédito sin presionar sobre el dólar ni los precios.
El ejemplo de Israel y su impacto
El economista Jorge Vasconcelos, del IERAL, recordó que el plan israelí combinó ajuste fiscal, desindexación de contratos, control del tipo de cambio y reformas estructurales. A un año del inicio del programa, Israel pasó de una inflación del 400% anual a menos del 20%, sin frenar el crecimiento.
Además, el Tesoro de Estados Unidos aportó entonces un rescate equivalente al 7,5% del PBI. Un antecedente similar al swap de monedas por USD 20.000 millones que firmó la Argentina en 2024. Para Vasconcelos, el modelo israelí es una prueba de que “la estabilidad y el crecimiento pueden coexistir si la política fiscal, monetaria y externa actúan de manera coordinada”.
