La crisis energética en Cuba se profundizó en las últimas semanas por la fuerte caída del suministro desde México y Venezuela, dos aliados clave del régimen. El desplome de los envíos dejó apagones más largos, fallas en servicios esenciales y tensión social creciente, según reportes independientes. Las autoridades evitaron precisar cuándo podría normalizarse la generació
Una caída histórica en el suministro de combustible
La crisis energética en Cuba alcanzó uno de sus puntos más críticos en años. El derrumbe de las importaciones de petróleo y combustibles impactó de lleno en la generación eléctrica y obligó al régimen a admitir un escenario “complejo”. Datos de tráfico marítimo y documentos del sector mostraron un desplome del 35% en los envíos totales entre enero y octubre en comparación con 2024.
El recorte más profundo vino desde México. Según registros oficiales, los despachos mexicanos cayeron un 73%, de 18.800 a solo 5.000 barriles diarios. Venezuela también redujo sus contribuciones. Las exportaciones hacia la isla retrocedieron casi un 15%, con especial impacto en el fuelóleo, un insumo clave para las plantas generadoras.
La combinación de menores envíos y una infraestructura deteriorada dejó a La Habana sin margen para sostener la demanda. A esto se sumó el impacto reciente del huracán Melissa, que dañó instalaciones eléctricas y dificultó la distribución. El régimen insistió en los factores externos, pero evitó hablar de medidas alternativas.
Apagones prolongados y creciente tensión social
Este miércoles, la empresa estatal eléctrica informó la desconexión de casi 900 megavatios por falta de insumos. La cifra representó cerca de un tercio de la demanda diaria, un nivel que anticipó apagones más prolongados. En La Habana, los cortes ya alcanzan hasta nueve horas seguidas. En varias provincias, los ciudadanos tienen luz solo entre dos y cuatro horas al día.
El impacto cotidiano es profundo. Las familias reorganizan rutinas y la actividad económica se frena. “Es muy difícil regresar de la universidad y no tener cómo cocinar o estudiar porque la luz vuelve de madrugada”, relató Daniela Castillo, estudiante en la capital. La falta de previsibilidad generó protestas esporádicas y tensiones en barrios donde la electricidad llega en ventanas muy reducidas.
El modelo energético cubano depende casi por completo de las importaciones. Las refinerías están obsoletas y el país no accede a financiamiento externo. El régimen queda así atado al respaldo de sus aliados. Sin embargo, México enfrenta límites de producción y Pemex prioriza clientes con pagos garantizados. Por eso redujo incluso el envío de crudo ligero Olmeca, compatible con las plantas cubanas.
Venezuela también recortó sus despachos. PDVSA ajustó su producción y priorizó la demanda interna ante nuevas exigencias regulatorias y sanciones externas. Rusia, una fuente ocasional, solo envió dos cargamentos pequeños este año, sin capacidad de revertir el panorama.
El flujo total de crudo y derivados cayó a 45.400 barriles diarios, muy lejos de los 69.400 registrados en los primeros diez meses de 2024. La diferencia explica gran parte del déficit que hoy atraviesa la red eléctrica. Mientras tanto, la dictadura busca nuevos acuerdos, aunque la falta de liquidez y la mala reputación crediticia complican cualquier negociación.
La población vive con incertidumbre. Los cortes se multiplican y las promesas oficiales no se concretan. La crisis energética en Cuba volvió a exponer la fragilidad estructural del modelo, que depende de apoyos externos cada vez más limitados. Miles de familias enfrentan días marcados por la escasez y la improvisación.
Los cortes se multiplican y las promesas oficiales no se concretan. Mientras Miguel Díaz-Canel intenta sostener el suministro, los cambios en la política regional —incluidos los recientes posicionamientos de Donald Trump y Claudia Sheinbaum— suman presión a un escenario en el que miles de familias siguen enfrentando días marcados por la escasez y la improvisación.
