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VIDA Y ESTILO

Lanzarote volcánica: la maravilla de los vinos nacidos de la ceniza

 

La malvasía volcánica, variedad histórica de Canarias, encuentra en Lanzarote su expresión más precisa.

 
Lanzarote

Lanzarote produce vino en un territorio cubierto por ceniza volcánica, casi sin lluvias y con vientos que obligan a repensar cada paso de la viticultura. En este paisaje negro, áspero y sorprendente, los agricultores crearon un sistema único de cultivo, hoyos excavados en el lapilli volcánico, fragmentos de roca expulsados por el volcán, que permiten que cada vid sobreviva gracias a la humedad nocturna atrapada en el suelo. Esa adaptación extrema convirtió a la isla en uno de los destinos más singulares del turismo gastronómico en Canarias.

La Geria, la zona vitivinícola central, organiza visualmente este universo. Allí los viñedos no se alinean en hileras ni buscan simetrías, son cráteres excavados uno por uno, rodeados por muros semicirculares de piedra que frenan el viento atlántico. A primera vista parece un paisaje lunar, pero es el corazón agrícola de la isla, un territorio donde cada hoyo resume un conocimiento transmitido durante generaciones.

La malvasía volcánica, variedad histórica de Canarias, encuentra en Lanzarote su expresión más precisa. Es una uva que se mueve con acidez firme, aromas de fruta blanca, limón, hierbas suaves y una mineralidad directa que emerge del suelo volcánico. Los vinos secos son tensos y lineales, los semisecos son más amables sin perder frescura. En ambos casos la identidad volcánica se vuelve imposible de ignorar.

El trabajo en bodega acompaña esa claridad. La malvasía se prensa suavemente para evitar oxidaciones, fermenta en acero a baja temperatura y muchas veces se afina sobre lías finas para ganar textura. Algunos elaboradores se animan al método tradicional para espumosos, una categoría que crece lentamente y que encuentra en la acidez natural de la uva su estructura principal.

Comprender Lanzarote como región vitivinícola implica mirar sus bodegas más emblemáticas, que marcaron la historia y el presente de la isla. El Grifo, fundada en 1775, es la bodega más antigua de Canarias. Sus viñedos viejos, su museo y su archivo enológico permiten recorrer la evolución agrícola local después de las erupciones del siglo XVIII. Sus malvasías secas se caracterizan por la precisión aromática, la frescura y una fuerte identidad territorial. Los Bermejos se convirtió en la bodega que llevó el nombre de Lanzarote fuera de España.

Su malvasía volcánica seca aparece en cartas de vinos de Europa y Estados Unidos, con un estilo limpio, fresco y moderno que no rompe con la tradición. Sus rosados de listán negro aportaron una expresión nueva a la isla. Pequeñas bodegas familiares completan la escena. Recuperan viejas parcelas, cultivan en hoyos con trabajo manual y revalorizan variedades como Diego, una uva blanca de perfil más herbal y austero que aporta estructura y acidez.

Los factores a los que responden los vinos de Lanzarote

El carácter de los vinos de Lanzarote responde a tres factores determinantes, el suelo volcánico, el viento constante y la falta de lluvias. Este trinomio define rendimientos bajos y una concentración natural que no necesita intervención. La influencia atlántica modera las temperaturas, preserva la acidez y sostiene la tensión final del vino.

La gastronomía acompaña desde el producto. Pescados de roca, papas locales, quesos de cabra y mojos conforman una cocina que dialoga con el territorio sin artificios. La malvasía seca encaja de manera casi perfecta, aporta frescura, salinidad y un final persistente que sostiene los sabores.

En esa combinación de vino, paisaje y cocina se sostiene la nueva identidad de la isla. Lanzarote no necesita recursos externos para destacar, su singularidad nace del volcán, del ingenio agrícola y de una viticultura extrema que se volvió marca de origen. La coherencia entre lo que se cultiva, lo que se elabora y lo que se cocina consolidó a la isla como uno de los destinos gastronómicos más interesantes de Canarias.

El camino propio que eligió Lanzarote

Lanzarote eligió un camino propio. Sus vinos no se parecen a los de Italia, Grecia o Madeira, sus técnicas agrícolas no tienen réplica en otro punto de Europa. Este territorio, que obligó a los agricultores a reinventarse después del fuego, encontró en el vino un capítulo nuevo. Ese equilibrio entre paisaje, tradición y mirada contemporánea convierte a la isla en una experiencia que sorprende por su autenticidad.

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