El papa Francisco celebra el próximo 13 de marzo el décimo aniversario de su elección, tras superar a una oposición conservadora en el Vaticano que no logró bajarlo y que ahora se encuentra en una encrucijada, buscando una nueva dirección tras la muerte de dos de sus figuras.
La división entre conservadores y progresistas ha sido un tema recurrente en los últimos 10 años, desde que Francisco apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro en 2013 vistiendo una sencilla sotana blanca, distanciándose de las vestimentas rojas y doradas utilizadas durante siglos.
Cardenales y arzobispos conservadores han acusado a Francisco de sembrar la confusión al debilitar las normas sobre cuestiones como la homosexualidad y las segundas nupcias tras el divorcio. Al tiempo que se centraba excesivamente en problemas sociales como el cambio climático y la desigualdad económica.
Pero los acontecimientos han dejado al movimiento conservador desorientado y, según algunos expertos, sin timón. El papa emérito Benedicto XVI se convirtió en abanderado de los conservadores que anhelaban la vuelta a una Iglesia más tradicional. Dimitió en 2013. Murió el 31 de diciembre a los 95 años, informó Reuters.
«El mundo conservador carece de una visión unificadora. Es algo que Benedicto proporcionó», dijo Sandro Magister, un veterano autor conservador, periodista y bloguero que ha sido crítico de Francisco. «Él (Benedicto) no tiene un verdadero heredero, nadie capaz de heredar su legado de manera sustancial», agregó.
Fracturado
La oposición conservadora a Francisco se ha fracturado más, en parte debido a lo que Magister dice que es un florecimiento del extremismo divisivo en las redes sociales católicas, que ha ahuyentado a algunos protagonistas que antes se hacían oír. La edad también ha pasado factura.
Dos de los cuatro cardenales conservadores que se convirtieron en celebridades en los medios de derecha en 2016, cuando criticaron las enseñanzas de Francisco han muerto desde entonces. Los otros dos se han callado, posiblemente por la edad y la enfermedad.
Otra antigua celebridad de la derecha fue el arzobispo Carlo Maria Vigano, exembajador del Vaticano en Washington, quien exigió en 2018 la renuncia de Francisco. Vigano ha sido ampliamente desacreditado. Muchos de sus antiguos partidarios se han distanciado, incluidos algunos obispos estadounidenses, debido a su apoyo a las teorías de conspiración relacionadas con el coronavirus y la política.
«Ellos (los conservadores) no tienen a nadie en este momento», dijo otro alto funcionario del Vaticano. Aunque la mayoría de los progresistas dentro de la Iglesia han vitoreado a Francisco, de 86 años, algunos le han acusado de ser demasiado tímido. En 2019 planteó la posibilidad de un sacerdocio casado, aunque limitado a zonas remotas del Amazonas con escasez de sacerdotes, para luego echar pie atrás.
Ambas partes parecen estar de acuerdo en una cosa: que al principio de su papado, Francisco subestimó la persistencia de la crisis de abusos sexuales de la Iglesia. También, confió demasiado en los obispos, especialmente en América Latina, que trataron de restarle importancia. Dicen que debería haber actuado con mayor rapidez para aplicar salvaguardias y sanciones más estrictas.