Un momento realmente fuerte se vivió en Noche Al Dente, el programa que lleva adelante Fernando Dente a través de la pantalla de América TV. La invitada fue nada más y nada menos que Soledad Silveyra, una de las artistas más reconocidas de su generación, que ha sabido muy bien de qué manera ganarse el cariño del público.
Sin rodeos, comenzó a contar parte de su historia de vida delante de cada uno de los televidentes que siguen el mencionado formato. “No vamos a entrar en detalles de tu vida, no importa, pero a vos que te tocó vivir un montón de cosas que a cualquiera lo puede dejar mal, ¿cómo hacés para tener esta luz?”, lanzó.
“Yo creo que, fundamentalmente, tiene que ver con la voluntad de ser, lo que uno pueda. Desde ser una actriz popular, hasta hacer una cajita de fósforos y ser feliz decorándola. Y, sobre todo, saber perdonar y no ser rencorosa. Yo tengo una madre suicida que me costó muchísimo superar y que, gracias a Dios y a la vida, me dio la oportunidad de perdonar”, lanzó dejando a todos con la boca abierta.
“Ahí me di cuenta lo que era el perdón. Ahí entendí lo importante que es el perdón, cómo te limpia, te enjuague. Es como sacarse la tierra de encima”, sentenció Soledad Silveyra ante la atenta mirada de Fernando Dente, dando a conocer uno de los momentos más complicados que atravesó en s u vida.
Sus inicios
Además, dio detalles de cómo comenzó su trabajo en el ambiente artístico. “Arranqué a trabajar a los 12 años, yo era una niña muy malcriada, era de San Isidro, clase media y ahora cuando las escucho a mis nietas decir la muletilla: ‘tipo que’, digo ‘basta’. De golpe se murió el segundo marido de mi mamá y perdimos todo. Entonces a esa edad, dije ‘tengo que hacer algo’. Un día vino Zelmar Gueñol, que fue mi padrino artístico, y yo me encerraba con mi hermano en el baño a quien le llevaba 9 años y que también perdí, para esconderme”, lanzó.
“ Pero un día Zelmar me escuchó y me preguntó si quería ser actriz. Hace 50 años ser actriz no era tan común. Me llevó a una prueba y la pasé, aunque yo no quería, le dije que solo quería ganar plata. Ahí empecé a trabajar y cuando estaba en tercer año del secundario hice la película Un muchacho como yo, con Palito Ortega, a los 15 años”, dijo la actriz.
“Siempre me acuerdo de que él me regaló un ramo de rosas que no me voy a olvidar en mi vida. Ya a los 16 llegó Sandro. A mí me gustaban Los Beatles, Banana Pueyrredón, Almendra, pero no se me daba escuchar a Sandro. Venían las chicas y me decían ‘¡ay vas a besar esa boca!’ y a mí no me atraía nada, pero Sandro fue un excelente compañero, lo amé”, finalizó.