En una reciente exposición en la Universidad de Stanford, el presidente Javier Milei afirmó que, en situaciones extremas, las personas buscarán formas de sobrevivir. Sin embargo, las estrategias actuales no son suficientes: las ollas populares y los comedores comunitarios están desbordados y han comenzado a implementar listas de espera para poder alimentar a todos. De acuerdo al abogado de la tercera edad, Eugenio Semino, la mayoría de los jubilados en la Argentina se encuentran mal nutridos, trabajan en condiciones de explotación y, en algunos casos, son utilizados por delincuentes que se aprovechan de su situación vulnerable.
Semino expreso al canal E de diario Perfil: «Muchos jubilados son usados para el delito, específicamente como mulas por los narcotraficantes, y después quedan tirados. La explotación es brutal, en todos los aspectos. Se aprovechan de la necesidad. Los rubros con mayor tasa de empleo entre los jubilados son los de flete, remisería, guardia nocturna y cuidado de personas. En todos estos casos los sueldos son muy bajos y el trabajo no está registrado».
Semino también destacó el deterioro en la salud de estos trabajadores: «A la vez está el tema del deterioro de la salud mental del cuidador. Es terrible en todas las edades, pero, mientras más grande sos, más proyectás sobre tu propia persona”.
Mala nutrición y problemas de salud
«La gran mayoría de los jubilados están, por lo menos, mal nutridos. Para llenar sus estómagos, muchos optan por alimentos de baja calidad nutricional, como las harinas, que no aportan los nutrientes necesarios. A mayor edad necesitas una calidad diferente de nutrientes. Entre el 80% y el 90% de las personas mayores tenemos tendencia a la hipertensión, pero los alimentos adecuados son muy caros», explicó el especialista que fundó la ONG Gerontovida.
El aumento en las jubilaciones mínimas no ha sido suficiente para cubrir las necesidades básicas. Las largas jornadas laborales y la mala alimentación tienen un impacto directo en la salud de los jubilados. Además, el reciente aumento de los controles de recetas en PAMI ha complicado aún más el acceso a medicamentos. «Está perfecto, pero en PAMI no hay médicos de cabecera. Cada médico tiene a cargo 1400 pacientes, no pueden verlos ni de casualidad», señaló Semino, añadiendo que los jubilados andan «mendigando recetas por cualquier lado».
En varios puntos del país, las ollas populares y los comedores comunitarios se han convertido en una tabla de salvación para quienes no tienen acceso a alimentos suficientes. En el comedor «Pancitas Felices» del barrio La Cava en San Isidro, se alimenta a 125 niños a diario y la demanda ha llevado a crear una lista de espera.
La situación es similar en otros comedores y centros comunitarios, donde se ofrece comida a quienes más lo necesitan. Margarita Barrientos, conocida por su trabajo en comedores populares, resaltó: «Nosotros tenemos un hogar de día, un comedor exclusivamente para adultos mayores, donde ellos desayunan, almuerzan, meriendan, y la cena la retiran del comedor. Teníamos 67, ahora son 71. Eso sin contar a los que vienen directamente al comedor».