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VIDA Y ESTILO

Tannat: un aporte singular al vino

El día de hoy recorreremos a través de la historia y las cualidades de esta cepa francesa que halló su hogar definitivo en nuestro cono sur.

La Tannat es una variante de uva distinguida, ruda y de una tonalidad negra. Es famosa por ser la variante principal empleada en el DO Madiran, donde su astringencia natural se regula con el blend de otras cepas como Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon y maduración en madera por, al menos, 20 meses. Si Madiran es la manifestación más noble de la cepa Tannat, algunas opciones más accesibles elaboradas con, prácticamente, la misma receta son Côtes de St-Mont, Irouléguy, Tursan y Béarn.

La totalidad de los viñedos Tannat en Francia se ha mantenido prácticamente estática durante los años, y para 2011 ascendía a un total de 2849 hectáreas. Aunque su nombre proviene del francés y hace alusión al alto contenido de taninos, se cree que esta variante tendría un origen vasco. Al igual que la cepa Manseng, la Tannat llegó a Uruguay de la mano de inmigrantes vascos durante el siglo XIX, donde es la variante más importante.

El Tannat en América

De manera similar al caso de los viñedos Malbec en Argentina, los Tannat parecen preferir el clima cálido de Sudamérica al originario del suroeste francés. En Uruguay recibió el nombre de Harriague en honor al promulgador original. Para 2013, las plantaciones de Tannat superaban las 1800 hectáreas. Algunas estrategias para matizar los taninos de las uvas son la combinación con otras cepas tales como Pinot Noir y Merlot, así como técnicas de vinificación como la microoxigenación. Desde Uruguay se extendió a otros países de Sudamérica y consiguió llegar hasta California. Los productores vitivinícolas ven a esta cepa como un intrigante desafío.

Existen historiadores que sugieren, sin embargo, que, antes que a Uruguay, la cepa Tannat ingresó a Argentina. Habría llegado a la provincia de Entre Ríos de la mano del inmigrante vasco Juan Jaugueri. Este viticultor cultivó y vinificó con éxito esta uva tinta que tan bien se adaptó al clima húmedo. De esta manera, habría llamado la atención de otro vasco, más precisamente del País Vasco francés, Pascual Harriague. Jaugueri le habría cedido algunas estacas a Harriague y él las cultivó de manera satisfactoria en la localidad de Salto, al norte del Uruguay. En Europa, la plaga de filoxera prácticamente aniquiló a esta variedad hacia 1870. De manera similar al caso del Syrah en Australia, solamente en Argentina y en Uruguay quedó una reserva de Tannat que permitió mantenerla y refundar su historia en el siglo XX.

El Tannat en Argentina

La riqueza y diversidad vitivinícola de nuestro país ha contribuido a que esta cepa se exprese con singularidad en regiones como el Noroeste argentino y Cuyo. No obstante, existen viñedos en la Patagonia, en San Luis, en Buenos Aires y en las cercanías del Atlántico que se suman a las casi mil hectáreas implantadas. El Tannat nacional recibe, en casi toda la extensión del territorio, una buena exposición solar. En Mendoza, altitudes entre 700 y 1300 metros marcan la característica particular que dará el vino. Siendo esta región más fría que los Valles Calchaquíes, el Tannat cuyano resulta en un vino más fresco, comparado a los norteños.

Un clima un poco más cálido, tales como los del noroeste argentino, sumado a alturas por encima de los 1700 metros sobre el nivel del mar, producen un Tannat de mayor complejidad y más especiado, más específicamente de especias secas; y sus aromas presentan una mayor diversidad que rememoran a las compotas, las frutas disecadas y las confituras de frutos rojos. Sin embargo, la principal distinción radica en su tanicidad y astringencia. En estas áreas más cálidas, el vino es mucho más fácil de beber, mantiene una buena potencia en boca y hasta una gran complejidad.

Así, por ejemplo, la Bodega Federico Mena Saravia ofrece un blend compuesto por una proporción de 71% Malbec, 18% Tannat y 11% Cabernet Franc. Su enólogo declara sobre este vino que «recrea las cuatro generaciones en las que nuestra familia ha puesto empeño, alma y dedicación en el cuidado de los viñedos. Un extraordinario blend, con 24 meses de guarda en barricas de Roble Francés de primer uso, de nuestro exclusivo terroir María Hortensia Leguizamón Dávalos, donde las uvas recrean sus orígenes desde 1936 en el Alto Valle de Hualfín«.