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VIDA Y ESTILO

La importancia de la altura en las copas de vino

Algunos factores a considerar para que en las mesas de fin de año se dispongan los recipientes más adecuados según el vino de que se trate.

Copas de vino

Entre los recaudos que deben tenerse en cuenta a la hora de prepararse para los festejos de fin de año, la selección de las copas de vino ocupan un lugar central. En efecto, contar con los utensilios apropiados para cada ocasión supone un gesto no solo de adecuación y refinamiento, sino, sobre todo, de estima para los comensales.

Al momento de comprar copas, las opciones verdaderamente abundan. No obstante, si bien tanto la forma y las dimensiones son los aspectos a considerar más habituales, una característica de las copas de vino que muy frecuentemente se pasa por alto es su altura. Así como el ancho y la curva del cuenco de la copa inciden en la experiencia de degustación, tanto más pueden hacerlo el tamaño del tallo de la copa de vino y la altura de la copa.

El recipiente estandarizado para beber vino ha cambiado de manera sensible con el paso del tiempo. Las primeras copas con patas opacas, antaño reservadas para rituales y ceremonias religiosas, han dado paso hace mucho tiempo a las piezas con tallo cristalino y de forma dinámica que se utilizan con asiduidad en la actualidad. Sin embargo, el tallo supone un abanico mucho más amplio que un simple desarrollo estilístico.

La función exacta de los tallos en las copas

En efecto, más allá de un simple elemento ornamental, existen dos fundamentales razones por las que las copas de vino presentan su clásico diseño. Los tallos permiten llevar a cabo el movimiento adecuado de giro. Es decir, con dos dedos en sobre la base, guiando el vidrio en círculos cerrados en sentido contrario a las agujas del reloj sobre una superficie plana y resistente. El acto de girar agita el vino, lo cual realza tanto la expresión del sabor como su aroma. 

Por otro lado, los tallos colaboran en el mantenimiento de la temperatura. La proximidad de la mano al vaso puede ocasionar suficiente calor corporal como para calentar su contenido, sobre todo en un contexto de un día caluroso de verano o en contraste con una ráfaga fría de aire acondicionado.

Es por esa misma razón que la forma correcta de sostener una copa de vino es por el tallo y jamás por el cuenco. Aunque es más inofensivo en el caso de los vinos tintos, los blancos y espumantes pueden resultar particularmente sensibles a la temperatura. por esa misma razón serán mucho más disfrutados cuando se mantienen lo más cerca posible de su temperatura óptima de servido.

Cuál es la altura de la copa de vino

Las copas de vino tinto suelen ser algo más altas que aquellas de vino blanco. Dependiendo del fabricante, suelen tener copas más grandes para concentrar el aroma de los vinos. La mayoría de las copas de vino tinto miden alrededor de ocho pulgadas de alto.

Por su parte, las copas de vino blanco tienden a ser un poco más cortas y cuentan con cuencos un poco más pequeños para mantener refrigerado el vino por más tiempo en la copa. La mayoría de las copas de vino blanco miden entre 15 y 18 centímetros de alto. Las copas de tallo corto, tales como las de Oporto, suelen tener entre 12 y 15 centímetros de alto.

Las copas de vino de tallo corto ofrecen una mayor estabilidad. En efecto, es considerablemente menos probable derribar accidentalmente una copa de tallo corto. Ello responde a que el centro de gravedad es más bajo, mientras que su altura hace que sea más fácil esquivar mientras se gesticula o se pasan platos durante una comida compartida. Esto es especialmente cierto cuando se disfruta de un vino de postre al final de algún almuerzo o cena.

Por otro lado, como mencionamos antes, hay muchas razones por las que podría optarse copas de vino de tallo largo o de tallo extra largo. De hecho, los puristas desprecian la idea de tocar o sostener copas de vino junto al cuenco mientras beben, ya que esto ocasiona impresiones de huellas dactilares y manchas. La altura del tallo de una copa de vino promedio evita la necesidad de cualquier contacto no deseado, ya sea por parte del sommelier, como del camarero o del consumidor.