(Por Carolina Mena Saravia para El Intransigente).- El vino en lata llegó para quedarse. La evolución en el mundo del vino no solo se lleva a cabo en los métodos de producción, en la viticultura y en las crianzas y guardas. Los envases son un aspecto muy importante desde la implementación de la botella de vidrio, allá por siglo XVII, aunque su uso provenía de tiempo antes, remontándose a los egipcios y al Imperio Romano. Hoy, en el siglo XXI, vemos que el vino en lata es una opción que cada vez tiene más presencia en el mercado.
Tomando el “take away”, que traducido significa ‘para llevar’, modalidad que se estableció firmemente después de la pandemia, el vino en lata es una opción más en un estilo de vida donde la practicidad gana cada vez más adeptos. Los jóvenes lo eligen, tal vez como moda o simplemente para cambiar el café invernal por la frescura de un buen blanco en una lata helada.
Las principales ventajas del vino en lata
Una de las principales ventajas del vino en lata es la posibilidad de degustarlo mientras se realiza un paseo, una salida campestre o un día de playa, incluido en el menú de picnic, donde el recipiente puede abrirse con un solo movimiento, tirando de la lengüeta o “pull tab”, método inventado en el año 1962, y que, gracias a los diseños modernos, evita cortes en el momento de abrirlas, reduciendo la posibilidad de que partículas no deseadas se esparzan en la bebida.
La resistencia es otra cualidad muy importante, comparada con la fragilidad del vidrio, así como también que no requieren de un abridor, simplificando su uso. La sostenibilidad es otra ventaja. Con su posibilidad de ser reciclada, presenta una huella de carbono más baja que las botellas de vidrio, valor nada despreciable en un mundo donde la sustentabilidad y el respeto por el medio ambiente son valores que encabezan los rankings.
Orígenes de la innovación
Su origen no es tan lejano, se remonta a principios del siglo XX, durante la Primera Guerra Mundial, en 1917, cuando el ejército francés repartía entre sus soldados latas de metal con vino. En la década del 30, con los adelantos en la industria de los envases, comenzaron los primeros pasos para la comercialización de vino enlatado. La primera bodega que lo hizo fue Acampa Winery, en 1936, de Lodi, California, con un moscatel que se llamó Acampa Brand California Muscatel, marcando un buen comienzo.
La notoriedad se hizo esperar, como sucede a veces con los adelantos, porque los retos técnicos y las barreras culturales pusieron un freno a lo que parecía una carrera venturosa. Pero a fines del siglo XX volvió a tomar fuerza de la mano de una juventud ávida de nuevos signos que la identifiquen.
Según la revista “Tour Gourmet”, la Bodega Viña Vieja, del valle de Chincha e Ica, en Perú, fue la primera en lanzar vino en lata en Sudamérica. Con su fundación en 1885, incorporó al mercado latas con vino de cuatro variedades, con los nombres Malbec, Chenin Blanc, Gran Borgoña y Gran Rosé.
Argentina tuvo que esperar hasta 2005, cuando apareció Iron Wine, con sus variedades malbec cabernet y chenin blanc en latas de 250 y 350 mililitros, sumándose así a la ola de practicidad que fue incorporando adeptos con el correr de los años, experimentando un importante crecimiento en los últimos tiempos.
Un envase de lata asegura ausencia de oxígeno. En Argentina son varias las bodegas que se aventuraron al desafío. Finca Las Moras, con su línea DADÁ brinda opciones como DADÁ Pink y DADÁ White, y Viniterra, con su línea Omnium Malbec en lata.
La adaptabilidad de la lata a distintos momentos del día hace que puedan ser objeto de maridajes con menús casuales, con poca elaboración, como ensaladas de estación frescas o postres livianos, ideal para acompañarlos con un Santa Julia Chenin Dulce Natural o un Santa Julia Orgánica Rosé.
Si de cócteles hablamos, podemos combinar un vino frizzante como el New Age en lata de Bodega Bianchi con frutas frescas o cítricas, excelente propuesta para noches de verano con amigos. Bodega Estancia Mendoza tiene su línea Dilema, Dilema Sparkly Pink y Dilema Sparkly Blanco.
El consumo no para de crecer en el mundo
Cuando de innovación hablamos, tenemos la línea Mosquita Muerta Wines, con sus espumantes secos Mosquita Muerta Extra Brut Rosé y Mosquita Muerta Extra Brut. Estas son algunas de las bodegas argentinas que lideran la movida de vinos en lata. Si bien el material ofrece sus ventajas, sobre todo para los más jóvenes que se ingresan en el mundo del vino, todavía tiene que enfrentar ciertos prejuicios con respecto a la calidad, ya que algunos sectores continúan mirando de reojo y poniéndola en duda.
En el mundo, el consumo de vino en lata viene creciendo. Todo es cuestión de tiempo y para gustos no hay nada escrito. El consumo de vinos rosados sigue en alza, así como también, a través de los tintos jóvenes, cada vez son más los que se inician en este interesante mundo de sabores.