Las importaciones de agroalimentos y vinos en la Argentina crecieron un 82% interanual en diciembre de 2024, alcanzando un récord de 242 millones de dólares, de acuerdo a datos del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA). Esto incluye productos que el país produce localmente, como cebollas, zanahorias, tomates, vino y limones, cuyas importaciones se dispararon exponencialmente.
Entre los productos más afectados por el aumento de importaciones, las cifras son alarmantes: las compras de cebollas crecieron un 6.889%, las de zanahorias un 6.019% y las de tomates un 5.853%. Según el IDAA, «estos incrementos provienen mayoritariamente de países limítrofes y reflejan tanto problemas en la producción local como políticas económicas desfavorables».
El contexto macroeconómico juega un rol central. La apreciación del peso frente al dólar y la eliminación del impuesto PAIS han facilitado el ingreso de productos importados a precios competitivos, afectando la capacidad de las economías regionales para competir en el mercado interno. Además, se suman baches productivos ocasionados por heladas y otros factores climáticos.
Esta situación se da en un marco de tensión para los productores locales, quienes ya enfrentan altos costos y una menor competitividad. En palabras del IDAA, «lejos de revertirse, se espera que este fenómeno se intensifique en 2025 por el fortalecimiento del peso y las tasas de interés positivas».
La otra cara de la Argentina: las exportaciones de agroalimentos crecieron un 26% interanual
Sin embargo, no todo son malas noticias. Las exportaciones agroindustriales crecieron un 26% en 2024, alcanzando los 3.550 millones de dólares en diciembre. Los principales productos exportados fueron soja, maíz y trigo, que representaron un importante ingreso de divisas para el país.
A pesar de este alivio en el frente exportador, el impacto en las economías regionales sigue siendo motivo de preocupación. La combinación de importaciones récord y un tipo de cambio menos competitivo para la producción local plantea desafíos estructurales para el sector agroindustrial.