La suba del dólar oficial, en apenas unos días tras la salida parcial del cepo, ya comenzó a impactar de lleno en los precios de los alimentos y productos de consumo masivo. Según confirmaron fuentes del sector, varias compañías líderes enviaron nuevas listas con aumentos de entre 7% y 9%, desatando tensiones con las cadenas de supermercados, que se resisten a convalidar esas subas en un contexto de desplome del consumo.
El incremento del 12% en la cotización de la divisa reactivó las remarcaciones luego de varios meses en los que las empresas habían frenado los ajustes por la estabilidad cambiaria y la caída del poder adquisitivo. La reacción de los supermercados fue inmediata: aseguran que no van a aceptar aumentos «especulativos» y que las listas serán debatidas una por una.
Proveedores presionan, el consumo no responde
Entre las empresas que anticiparon aumentos figuran Molinos Río de la Plata, Aceitera General Deheza, Molino Cañuelas y Bunge, todas con subas del 9% en productos clave como aceites, harinas y cereales. También Unilever, SC Johnson y Softys (Babysec, Elite, Higienol) anunciaron incrementos de hasta el 9% en higiene y limpieza.
Desde el sector alimenticio justificaron los aumentos por el encarecimiento de insumos dolarizados y por la recomposición de precios de exportación. «Toda la materia prima está en dólares», explicaron desde una aceitera, señalando que el girasol representa el 80% del costo total de una botella de aceite.
En galletitas, el ajuste fue del 7%, mientras que en harinas se trasladó el 9% en línea con el tipo de cambio. Aun así, muchas de estas subas se aplicarán recién el mes próximo, ya que los productos de abril ya fueron vendidos a precios anteriores.
Los supermercados se plantan
La Asociación de Supermercados Unidos (ASU) aseguró que las cadenas no avalarán aumentos unilaterales. “No queremos convalidar esas listas y las vamos a resistir”, afirmó su director ejecutivo, Juan Vasco Martínez. Desde las principales bocas de expendio insistieron en que las listas deberán ser justificadas producto por producto y que no aceptarán aumentos generalizados sin sustento.
“No vamos a aplicar listas que no reflejen la realidad de los costos, mucho menos en un mercado que no está convalidando precios por la caída del consumo”, aseguraron desde una de las cadenas consultadas. Las empresas distribuidoras deberán ahora enfrentar una negociación con los supermercados para ver qué porcentaje se trasladará efectivamente a la góndola.
El consumo sigue en picada
Según los últimos datos de la consultora Scentia, el consumo masivo volvió a caer en marzo un 5,4% interanual y acumula un retroceso del 8,6% en el primer trimestre del año. Se trata del decimosexto mes consecutivo con cifras negativas, lo que evidencia el deterioro sostenido del poder de compra de los hogares.
La consultora también alertó que los productos no esenciales siguen siendo los más afectados, con caídas pronunciadas en rubros como bebidas, higiene y cosmética. En contraste, algunas canastas básicas como alimentación y perecederos mostraron leves repuntes.
En este contexto, las subas impulsadas por las empresas no solo corren el riesgo de profundizar la caída del consumo, sino también de tensar aún más la relación entre el sector industrial y los canales de venta, que vienen absorbiendo parte de los costos para no perder competitividad.
Presión inflacionaria en ascenso
El rebrote de precios ocurre en un momento clave para el plan económico del Gobierno. Si bien la administración Milei logró contener parcialmente la inflación en los primeros meses del año, la reciente devaluación podría provocar un rebote en abril y mayo. Consultoras como Romano Group y Analytica proyectan un IPC que podría llegar al 5,5% mensual, muy por encima del 3,7% registrado en marzo.
Desde JP Morgan y BNP Paribas ya anticiparon que el nuevo régimen de flotación cambiaria acordado con el FMI generará presiones inflacionarias de corto plazo, aunque con impacto acotado en el mediano plazo si se sostiene la disciplina fiscal.
No obstante, si los ajustes de precios no encuentran respaldo en la capacidad de compra de los consumidores, el riesgo de una nueva caída en la actividad y un mayor malestar social se vuelve cada vez más palpable. La pregunta que se hacen en el sector privado es clara: ¿hay margen real para nuevos aumentos, o el techo lo está marcando la caída del salario?