Hay misterios que llevan mucho tiempo sin resolverse y otros que de golpe aparecen y generan gran incertidumbre e interrogantes. Dentro de este último grupo, en este tiempo la expansión de la tecnología y las redes sociales ha generado una duda en los usuarios y consumidores. El fenómeno de la viralización no tiene una explicación clara, y por eso es importante saber por qué algunos productos explotan y otros se hunden sin dejar rastro.
La viralidad no es magia, tiene sus trucos
Para comenzar, es fácil caer en la idea de que el éxito viral es cuestión de suerte, como si todo dependiera de estar en el lugar correcto en el momento justo. Pero si miramos con un poco más de atención, hay patrones que se repiten, detalles que se activan como palancas invisibles y que provocan que un producto cruce esa delgada línea entre lo anecdótico y lo inolvidable.
Uno de esos factores, quizá el más poderoso, es la emoción. Los productos que despiertan una reacción genuina conllevan muchas más posibilidades de compartirse, porque nos gusta transmitir lo que sentimos. Si un objeto, una campaña o una simple idea logra alcanzar ese nivel, entonces tiene medio camino hecho.
Conectar rápido y claro, una regla que casi nadie puede dejar de lado
En un tiempo en la que la atención es un recurso escaso y cada segundo cuenta, la claridad se ha convertido en una regla de oro. Un producto, para contar con posibilidades reales de difundirse, precisa conectar de forma casi instantánea: sin rodeos, sin explicaciones extensas, sin obligar a pensar demasiado. Porque si algo requiere demasiada atención para entenderse, ya ha empezado perdiendo.
Y claro, también es importante el momento. No es lo mismo lanzar algo cuando nadie lo espera que hacerlo justo cuando la gente necesita, sin saberlo, exactamente eso. A veces el contexto cultural, una tendencia emergente o un cambio de hábito social disparan una ola de interés que redunda en modificaciones.
Por eso, cada vez más marcas y creadores prestan atención al ciclo de vida del producto, una herramienta fundamental para comprender de qué manera evoluciona el interés del público. Analizar esta curva permite detectar el mejor momento para impulsar una idea con fuerza, pero también señala cuáles son los momentos en que conviene repensarla, reinventarla o, simplemente, dejarla ir.
Cuando algo se olvida antes de que empiece a funcionar
Por otro lado, hay productos que no logran enganchar ni siquiera en su propio lanzamiento, y no siempre porque la idea resulte mala. En muchos casos, el problema está en la forma en que se presenta, en la falta de conexión emocional o, simplemente, en que no resuelve ninguna necesidad real. Porque si lo que ofreces no tiene un fin concreto ni despierta ningún tipo de emoción, por muy bonito, original o tecnológico que sea, es muy probable que pase sin pena ni gloria.
También influye la desconexión con el público. Si no entiendes a quién te diriges, si el tono no encaja, si el diseño no dice nada o si simplemente la propuesta no posee la suficiente personalidad, entonces es como lanzar un mensaje al vacío.
Ejemplos que lo explican mejor que mil teorías
Seguro recuerdas el éxito de los Fidget Spinner, que durante meses fueron omnipresentes, o cómo productos como el Airfryer se transformaron en fenómeno de ventas gracias a las redes sociales. En el otro extremo, hay cientos de apps, gadgets y productos que anduvieron sin pena ni gloria, y que probablemente ni sabías que existían.
Al final, todo es cuestión de conexión
Lo que se vuelve viral casi siempre tiene algo en común: genera que la gente se vea reflejada, se ría, se emocione o simplemente quiera formar parte de algo. Y lo que se olvida, suele ser aquello que no supo hallar su lugar en nuestras conversaciones, nuestras emociones o nuestras necesidades. Así que, si estás creando algo, tal vez la pregunta no sea “¿cómo hago para que se vuelva viral?”, sino “¿qué puedo hacer para que alguien quiera hablar de esto con los demás?”.