Todo parecía desarrollarse con normalidad en el programa de Belén Ludueña por El Trece, donde se analizaban temas de actualidad del mundo del espectáculo y la política.
Entre otros temas, se hablaba sobre la separación de Wanda Nara y Mauro Icardi, frente a la presencia de Elba Marcovecchio, y también se abordaba el eterno conflicto entre Luciana Salazar y Martín Redrado. Sin embargo, el clima se tensó inesperadamente cuando Valentina Salezzi quiso saber si la invitada tenía algún vínculo con las hijas de Jorge Lanata, Bárbara y Lola, con quienes mantiene una relación distante y conflictos legales desde hace tiempo.
La respuesta no tardó en llegar y fue contundente. Belén Ludueña cortó la conversación con una frase tajante: “Inauguramos las preguntas con un ‘no te voy a contestar’”. La incomodidad en el estudio se hizo evidente. El gesto de la invitada fue serio y distante, mientras Valentina se disculpaba rápidamente: “No te quise incomodar, disculpá”.
En un intento por distender el ambiente, Amalia Díaz Guiñazú tomó la palabra: “Yo tengo una pregunta”. Fue entonces cuando Belén Ludueña, entre risas nerviosas, quiso frenar lo que intuía sería otra intervención incómoda: “Amalia, por favor, seamos buenitas”.
Intentando suavizar la situación, la entrevistada respondió con una mezcla de ironía y firmeza: “Amalia, a mí me parece que vos no sos mala, que lo tuyo es un rol”. Pero la panelista, fiel a su estilo filoso, retrucó: “No soy mala. Soy periodista. Si hacemos preguntas cómodas, ¿para qué trabajamos? Estamos para esto, che”.
La charla siguió con tono irónico cuando la entrevistada lanzó una frase curiosa: “Igual, te digo una cosa: a las ranas se las cocina en agua fría. Así que es mejor empezar con preguntas cómodas”. Pero Amalia volvió a contraatacar con un comentario inesperado sobre el fallecido periodista Jorge Lanata: “Acá cada una sabe su rol. A vos te gustan los periodistas malos igual, porque te casaste con Jorge, que preguntaba lindo. Jorge no tenía miedo a preguntar”.
El intercambio dejó al estudio en silencio por unos segundos, marcando uno de los momentos más picantes del ciclo de Belén Ludueña.