Fiódor Dostoievski es ampliamente considerado como el escritor ruso más importante del siglo XIX y un gigante de la literatura mundial. Aún más, se lo suele tener en muy alta estima por los psiquiatras con inclinaciones literarias por su rica y precisa descripción de las enfermedades mentales en varias de sus obras.

Sin embargo, su propia adicción crónica al juego y sus consiguientes peligros resultan menos conocidos. Muchos de estos aspectos se exploran en profundidad en su novela corta El jugador, una de las primeras obras semiautobiográficas de Dostoievsky (1866), inspirada en su propia adicción a la ruleta, centrándose en su descripción del juego.
El génesis de El jugador
La historia que dio origen a El jugador parece ser, en efecto, propia de una atrapante obra de ficción. Dostoievsky tuvo la idea de escribir una historia sobre el juego ya en 1863. Se la escribió a su amigo Strájov con la esperanza de obtener un anticipo monetario: «Pienso en un hombre sencillo, muy culto y, sin embargo, inacabado en todos los aspectos, un hombre que ha perdido la fe. Lo principal, sin embargo, es que toda su savia vital, sus energías, su rebeldía, su audacia, se han canalizado hacia la ruleta. Es un jugador, en el fondo lo siente despreciable, aunque la necesidad de correr riesgos lo ennoblece a sus propios ojos. Toda la historia gira en torno a sus juegos de ruleta en varias casas de juego durante más de dos años».
Como consecuencia de sus excesos en el juego, Dostoievski llegó a deber una suma considerable a Stellovski, un despiadado editor ruso. En 1866, para pagar sus deudas, Dostoievski apostó los derechos de publicación de todas sus obras pasadas y futuras. Apostó que terminaría una nueva novela en 30 días. Para acelerar su trabajo, Dostoievski contrató a un taquígrafo, algo que nunca antes había hecho.
La taquígrafa era Anna Grigorievna Snitkina, una alumna destacada del primer profesor de taquigrafía de Rusia. Anna, veinticinco años menor que él, visitaba el apartamento de Dostoievsky todos los días. Él escribía hasta altas horas de la noche y de madrugada; mientras dictaba, Anna tomaba notas durante el día, las llevaba a casa y traía las pruebas al día siguiente. Esto continuó hasta terminar la novela.
El trabajo se completó dentro del plazo, con pocas horas de antelación. Sin embargo, el astuto Stellovski informó que estaba indispuesto, con la esperanza de que Dostoievsky no pudiera entregar su trabajo y, por lo tanto, no cumpliera con su contrato. Por esa razón, siguiendo la sugerencia de Anna, Dostoievsky registró el manuscrito en una comisaría y obtuvo un recibo.
La representación del juego
Dostoievski describe con precisión la anticipación o la intensa sensación de excitación que experimentan los jugadores incluso ante la sola idea de jugar, un impulso casi irresistible: «Incluso de camino a la sala de juego, en cuanto oigo, dos habitaciones más allá, el tintineo de las monedas esparcidas, casi sufro convulsiones». Para algunas personas ludópatas, el juego les ofrece una forma de sentirse superiores o especiales, sobre todo si se creen capaces de «superar al sistema» o si albergan sentimientos subyacentes de inferioridad, como es el caso de Alexei, el protagonista de la obra.
Los ludópatas suelen presentar diversos errores o distorsiones cognitivas, como la creencia de que pueden «ganarle al sistema» o predecir el resultado (una ilusión de control), sobreestimando sus habilidades y las probabilidades de ganar mediante un conjunto de «reglas» o formas de jugar que ellos mismos han ideado. No reconocen que el resultado es impredecible y que está determinado únicamente por el azar.

De ese modo, Dostoievski estuvo al borde de perder, no solo todo su dinero, sino acaso lo más preciado para todo artista: su propia obra. Sin embargo, a partir de su propio padecimiento compuso una novela que terminó resguardando su aporte para la posteridad junto a su propio renombre.