Connect with us

Hola, qué estás buscando?

SOCIEDAD

La discreta uva de Austria que compite contra los mejores tintos del mundo

En muchas ocasiones, el afán por la producción masiva termina dañando la reputación de joyas invaluables del mundo vitivinícola.

Austria

Blaufränkisch, como se le conoce en su Austria natal, fue en su día la uva noble de la Monarquía de los Habsburgo. «Fränkisch» era sinónimo de clase y pedigrí. Esta uva prosperó bajo diversos alias, a saber Kékfrankos en Hungría, Frankovka en los Balcanes, Modra Frankinja en Eslovenia y Lemberger en Alemania. Luego llegaron la guerra, el comunismo y la vinificación industrial. La cantidad terminó por eclipsar a la calidad. Su pedigrí, asimismo, quedó en el olvido. La situación cambió recién en 1986 cuando Ernst Triebaumer elaboró ??Ried Marienthal, un Blaufränkisch que desafió las expectativas: elegante, con buena crianza y de primera clase.

Fue ese embotellado quien susurró lo que otros habían olvidado: esta uva podía ser magnífica. A finales de la década de los noventa, pioneros nativos de Austria como Roland Velich de Moric, Uwe Schiefer y Hans Nittnaus siguieron su ejemplo. Pasaron de los productos químicos y la vinificación excesiva a la agricultura responsable y a los vinos con un enfoque en el terroir. “En los noventa elaboré vinos diferentes: más grandes, más potentes. Ese era el estilo de entonces”, dice Hans Nittnaus. “Pero ahora quiero demostrar lo que Blaufränkisch realmente puede hacer”. Su trabajo inspiró a un equipo más joven y audaz en la década de 2010: Franz Weninger, Christian Tschida, Gut Oggau, Claus Preisinger, Rosi Schuster y Markus Altenburger. Desgranaron la uva hasta sus huesos. Los vinos se volvieron más ligeros, más etéreos, pero con una estructura intacta.

El corazón de Blaufränkisch

Muchos de los viticultores de este movimiento tienen su sede en Burgenland. Esta región fronteriza, donde Austria roza con Hungría, es el corazón del Blaufränkisch. Los cálidos vientos de Panonia maduran las uvas bajo cielos soleados, mientras que los suelos —una combinación de caliza, esquisto, arcilla y grava— impregnan los vinos con los más variados matices. Tres de las denominaciones de origen más importantes de Burgenland (Districtus Austriae Controllatus o DAC) están dedicadas al Blaufränkisch. Leithaberg, donde trabaja la familia Nittnaus, combina caliza y esquisto en laderas soleadas sobre el lago Neusiedler See.

Estos vinos brillan con tensión, como si la fruta estuviera envuelta en hueso. En Mittelburgenland, los suelos profundos y francos se encuentran en el extremo opuesto del espectro, con estructura y potencia. «Blaufränkischland«, lo llaman. Eisenberg, al sur, tiene aire más fresco y suelos de esquisto que producen vinos vigorosos y minerales, con una textura intermedia. “Para mí, los Blaufränkisch de esquisto son siempre lineales —con un enfoque de adelante hacia atrás, como un tren, muy rectos—, mientras que la piedra caliza proporciona una sensación más amplia en boca, que se afina hacia el final”, afirma Martin Lichtenberger, de Lichtenberger-Gonzales, explicando cómo el terroir específico influye en el vino.

El florecimiento de Blaufränkisch en Austria

El espíritu pionero de Blaufränkisch, sin embargo, trasciende Burgenland. Al este de Viena, en la región de Carnuntum, Spitzerberg es una cresta soleada de piedra caliza resistente donde Lukas Brandstatter, jefe de viñedos de Dorli Muhr, elabora vinos rebosantes de violetas y tierra, ligeros como la seda, pero con una estructura de acero. «Es extremo, pero eso es lo que lo hace único», afirma Muhr. Él y Brandstatter se han inclinado por las fermentaciones de racimos enteros. La adición de raspones leñosos y ricos en agua absorbe parte del etanol y aporta frescura y amargor, además de equilibrar las uvas maduras con alto contenido de azúcar, desafiando así el calor del cambio climático.

«Conseguimos más frescura y menos alcohol«, dijo Muhr. «Acentúa esa tensión calcárea que buscamos: densidad y complejidad». Su colega Johannes Trapl comparte el mismo viñedo y va aún más allá en la ligereza, creando un etéreo Blaufränkisch.

Para lograr la fineza, Trapl evita que sus uvas reciban demasiada exposición solar, opta por una extracción ligera en la bodega y utiliza grandes barricas de madera para evitar que el vino se concentre más. Más al sur, en la lluviosa Estiria, el Blaufränkisch es poco común, pero potente. Karl Schnabel, por ejemplo, trabaja las laderas de esquisto de la cordillera de Sausal. «Es el esquisto lo que le da su voz», declaró con orgullo.