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VIDA Y ESTILO

Batalla del Vino de Haro, la fiesta que tiñe la ciudad

Llega el verano y con él España se viste de fiesta, Haro, la cuna del Rioja lo celebra a todo vino


Cada 29 de junio, Haro se viste de fiesta, y de púrpura también. La Batalla del Vino de Haro emerge del calendario como un resorte de júbilo y diversión. La consigna es vestir de blanco, ponerse pañuelo colorado a modo de collar, con un simple nudo atado al cuello, y partir con destino al lugar conocido con el nombre de los Riscos de Bilibio.

A no olvidarse del elemento fundamental: el vino tinto. Tan tino como para manchar de granate todo el atuendo blanco de los participantes. Pareciera ser un caos total, aunque caos festivo, donde la tradición es el valor central, una constante en los pueblos y ciudades españoles tan ricos en su legado.

Despunta el amanecer, y miles de personas, entre las que se cuelan turistas y curiosos, dan forma a la algarabía estival. Es en un sitio montañoso donde se desarrolla la batalla. Así, como quien no quiere la cosa —como se dice popularmente—, sin darse cuenta, da comienzo el bombardeo vínico. Todos participan: grandes y chicos, autoridades y ciudadanos; nadie se salva de teñir sus vestimentas con el púrpura característico de La Rioja.

Orígenes remotos

En esta inusual guerra, todos terminan mojados; nadie se salva: una especie de carnaval etílico estival. Para saber sus orígenes, es necesario remontarse al siglo XVIII, cuando las disputas se resolvían a los golpes o con armas. En este caso lo hacían por medio de la fuerza, pero la más arcaica conocida: la bruta. En efecto, Haro y Miranda de Ebro resolvían antaño sus problemas territoriales a fuerza de botellazos, pero en ese momento no estaba incluido el vino.

El vino y la ciudad de Haro son un solo corazón riojano, y con esa consigna, en algún momento en la historia, la fiesta se tiñó de vino. La consigna era que la batalla se llevaría a cabo solo con un tinto de Rioja; cabe destacar, si es posible, de tempranillo, la cepa típica de La Rioja. En Haro, esta fiesta se convirtió en emblema de la región, esperada y celebrada por sus habitantes.

Haro

La fiesta del vino

La actividad comienza a primera hora de la mañana, cuando el sol recién está asomándose en el campo. En un pueblo católico que se precie no puede faltar la misa, que se celebra en la ermita de San Felices, que, desde las rocas cercanas, se alza en clara diferencia de altura con la ciudad. Luego de invocar al santo patrono del día, san Pedro, los participantes —y por qué no llamarlos contrincantes— preparan sus armas.

¿Cuáles son los proyectiles, o mejor expresado aún, los medios con los cuales se lanzan los proyectiles etílicos? Echan mano de todo tipo de implementos: desde botellas, pasando por pistolas de agua, baldes con vino, fuentones, botas y todo lo que pueda llegar a contener una cantidad considerable de líquido para mojar a los contrincantes. La consigna es que la ropa blanca vaya tornándose lo más oscura posible. Cuanto más envinada esté la ropa, mejor.

Aun así, la batalla tiene sus propias reglas. El mix de blanco y rojo es un emblema. La música de una orquesta ameniza la jornada, mientras, entre risas y cantos, los participantes escalan las rocas para, ganando altura, sorprender al desprevenido que, desde abajo, arroja vino a los que se encuentran al lado. Mojados pero felices, no dejan de cantar.

La jarana finaliza alrededor de media mañana, cuando emprenden el camino de vuelta en alegre conversación. Mientras tanto, Haro, la ciudad, se viste de fiesta en sus calles, ofreciendo sabrosos platos acompañados de todo tipo de vino, ahora servido en copas. La fiesta es la unión del pueblo, el traspaso de una tradición entre generaciones, la conexión entre los jóvenes y los mayores.

Haro

El vino de la fiesta de Haro

En la tierra del tempranillo, del crianza y del reserva, todo indicaría que este podría llegar a ser el vino estrella. Nada más alejado, porque el vino que se arrojan los participantes de la fiesta no es un vino elaborado minuciosamente. Se trata de un vino económico y joven, con ciertas notas frutales, pero que cumpla con la misión de teñir el ropaje de púrpura. Estos son específicamente destinados para la ocasión.

Haro es una ciudad conocida por albergar grandes bodegas con Denominación de Origen Calificada Rioja, una de las dos denominaciones calificadas que alberga España. El verano invita a la fiesta, y la fiesta invita a las bodegas a colaborar en la provisión de vinos y en la logística. Es una excelente ocasión para organizar visitas, destacando el enoturismo en paisajes rodeados de viñedos.

De esta forma surgen nombres como Muga, López de Heredia – Viña Tondonia, La Rioja Alta y Roda. En esta época, el vino de Haro cobra vida propia de la mano de una fiesta que es tradición y que, en pleno verano, enmarca dos valores muy marcados en la sociedad española: la religiosidad —siempre presente— y el rito, con tintes paganos, de la mano de los festejos, por otro. Diversión y permanencia: una conjugación de sabores riojanos.