En la Casa Blanca, Donald Trump volvió a marcar su posición frente al conflicto en Ucrania. El mandatario aseguró que, si Vladimir Putin no acepta un alto el fuego, Estados Unidos recurrirá a sanciones severas. “No será una guerra mundial, pero sí una guerra económica, y va a ser muy perjudicial para Rusia”, declaró.
Diplomacia de presión y concesiones
La advertencia se enmarca en una política que mezcla castigos y ofertas. Desde julio, Trump ha impulsado medidas que van desde aranceles del 100% hasta la amenaza de sanciones secundarias para los países que compren petróleo ruso. Al mismo tiempo, su administración discute posibles acuerdos energéticos, como la participación de empresas estadounidenses en proyectos estratégicos en Rusia.
El vicepresidente JD Vance confirmó que Washington mantiene abiertas distintas opciones. “Las sanciones no están descartadas, pero cada paso se decidirá de manera individual”, explicó en una entrevista televisiva. Con esa línea, la Casa Blanca busca presionar al Kremlin y, al mismo tiempo, dejar la puerta abierta a una negociación.
Trump repite que aún hay espacio para alcanzar un acuerdo, aunque no oculta la dureza de su postura. Su mensaje es claro: sin avances hacia un alto el fuego, habrá represalias económicas.
El papel del Congreso y la presión interna
El senador republicano Lindsey Graham refuerza esta estrategia con un proyecto de ley que prevé aranceles de hasta 500% para quienes comercien energía con Rusia. La iniciativa, presentada en abril con apoyo bipartidista, establece un marco más estricto para sancionar a Moscú si Putin se niega a dialogar con Volodymyr Zelensky.
Trump, por su parte, recordó que en su última reunión con Putin, realizada en Alaska, insistió en la necesidad de avances concretos. “En dos semanas vamos a saber si hay posibilidades de negociar”, expresó al ser consultado por la prensa.
Washington también busca respaldo en otros escenarios. Envió a su representante especial Steve Witkoff a Moscú y mantiene conversaciones con líderes europeos. El objetivo es articular una respuesta común ante la escalada del conflicto y reforzar el frente diplomático contra Rusia.
En relación con Ucrania, la posición estadounidense mantiene matices. Por un lado, ofrece apoyo logístico y defensa aérea; por otro, descarta la adhesión del país a la OTAN, algo que la administración considera inviable en cualquier acuerdo de paz.
El trasfondo económico es determinante. Rusia, debilitada por sanciones desde 2022, necesita recuperar proyectos clave como Sakhalin-1 y el LNG ártico. Estados Unidos espera que esa vulnerabilidad facilite un acercamiento diplomático. Para Donald Trump, la amenaza de una guerra económica es la carta principal para condicionar a Moscú y obligar a Putin a considerar un alto el fuego en Ucrania.