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Hernán Galíndez, el arquero que se emociona con el himno de Ecuador

Nacido en Argentina, en menos de dos años se adueñó del arco de La Tri y es uno de los líderes de la selección de Gustavo Alfaro que sueña con hacer historia.

Ecuador
Foto de FIFA

Suena el himno nacional de Ecuador en el Estadio Internacional de Khalifa y Hernán Galíndez respira profundamente, con la mano derecha sobre su corazón. Los pulmones se le llenan de aire, los ojos se inyectan en sangre al borde de las lágrimas y grita con la boca como si fueran las fauces de un león listo para cazar a su presa: «Salve oh Patria, ¡mil veces! ¡Oh Patria! ¡Gloria a ti! ¡Gloria a ti!».

Hernán Galíndez nació en Rosario, Argentina, el 30 de marzo hace 35 años pero adoptó a Ecuador como su bandera. Tras un recorrido absolutamente atípico para un arquero mundialista, es el último bastión de resistencia de La Tri en Catar 2022: “Es un orgullo muy grande representar a Ecuador. La verdad es que lo manejo bien hasta que empieza el himno, ahí se me cae todo encima”.

El conjunto de Gustavo Alfaro acaba de rubricar una de las actuaciones más destacadas de la primera fase del certamen y Galíndez sonríe en la zona mixta ante la cámara de FIFA+. Aunque repartieron puntos, Ecuador y Galíndez se sienten ganadores: superaron a uno de los mejores combinados del mundo y demostraron -se demostraron- hasta dónde puede llegar el cuarto plantel más joven del torneo. Las proyecciones internas que habían construido en la previa sumaron argumentos para alimentar sus sueños en el debut ante Catar, ilusiones revalidadas ante los neerlandeses de Louis van Gaal.

Una de las mayores incógnitas en la previa al juego inaugural era la designación del arquero. El pulso entre Alexander Domínguez y Ramírez, con el prospecto Moisés Ramírez más relegado en la consideración, se definió sobre la marcha. Alfaro finalmente se inclinó por el argentino, quien salió a la cancha para defender al país que lo recibió con los brazos abiertos en ambos cruces cataríes.

“Hoy me acordaba, por ejemplo, de la primera vez que aterricé en Ecuador: fue el 18 de enero de 2012 -rememora con exactitud en plena zona mixta, después de haber jugado noventa minutos y con las pulsaciones todavía al máximo-. Ese día me fue a buscar Francisco Egas, que hoy es presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol. Cuando llegué ese día a Ecuador no me hubiese imaginado esto para nada”.

Y esto que Galíndez no se hubiese imaginado jamás después de un doloroso descenso en Rosario Central y otro más en Quilmes de Argentina es todo lo siguiente: se mudó a Ecuador para revivir su carrera en la Universidad Católica de la segunda división, fue campeón en la Serie B y consiguió el ascenso en noviembre de 2012, se transformó en referente y capitán de un club que llegó a disputar competiciones internacionales, tuvo dos hijos ecuatorianos, afrontó un interminable proceso burocrático de naturalización, recibió la carta de nacionalización el 25 de febrero de 2019 mediante el Decreto Presidencial 685 y el 5 de octubre de 2020 fue convocado a la Casa de la Selección por Alfaro tras el positivo por coronavirus de Johan Padilla, debutó el 13 de junio de 2021 en la Copa América de Brasil en el 2-2 ante Perú, fue clave en una campaña histórica en las Eliminatorias, fue convocado a la Copa Mundial y atajó en los primeros dos partidos de la travesía ecuatoriana.

Galíndez agiganta su sonrisa: “Son muchos recuerdos, muchas cosas lindas. Mis dos hijos nacieron en Ecuador y qué más lindo que poder contarle a mis hijos que representé a su país en un Mundial. Eso es invaluable y por eso lo vivo como lo vivo”.

Galíndez es clase 87 y rosarino como Lionel Messi. El arquero ecuatoriano y el mejor jugador del mundo recorrieron senderos disímiles para llegar a un mismo lugar. Rivales durante su niñez, Galíndez recuerda que la Pulga fue el primero en marcarle un gol cuando defendía los tres palos del club infantil Estrella Juniors, uno de los pocos en ganarle una final a aquella categoría 87 liderada por el astro albiceleste. “Siempre digo que con Messi nunca fuimos amigos, pero sí nos cruzábamos mucho dentro de la cancha. Tenemos la misma edad y vivíamos muy cerca, en la zona sur de Rosario. Messi siempre estaba en los equipos que salían campeones o peleaban por el título. Tengo esa anécdota de que me convirtió el primer gol que me hicieron en mi vida”, había contado en una entrevista con el diario La Nación.

Mientras Messi recorría una búsqueda que finalizaría en Barcelona, Galíndez se incorporó a las divisiones formativas de Rosario Central en donde compartió equipo con Ángel Di María. En 2008, cuando el mundo ya se obnubilaba con las gambetas y goles del heredero de Diego Armando Maradona, hizo su presentación en el Canalla de la mano de Gustavo Alfaro, quien dirigiría al equipo en apenas 14 encuentros.

Sus tres años en el Gigante de Arroyito fueron tristes: sufrió un descenso que se vivió como tragedia en el corazón de media Rosario. Jorge Broun, el arquero titular, se había roto los ligamentos de una rodilla y Galíndez, que no había disputado más de una decena de encuentros con una de las camisetas más pesadas del fútbol argentino, afrontó los partidos de la Promoción contra All Boys, dos partidos que jamás volvió a ver.

En una ciudad en la que el fútbol es de vida o muerte, Galíndez y su familia recibieron amenazas. Por eso se fue a Quilmes, donde tampoco pudo hacer pie antes de volver a Rosario. Del trauma a la desesperación hay solo un puñado de meses y Galíndez fue relegado a entrenar con las inferiores antes de recibir un mensaje que sería letal: a fin de año le rescindirían el contrato. Sin club, sin opciones, se descuidó y engordó más de diez kilos. El retiro parecía una opción pero Ecuador y la Universidad Católica aparecieron en su camino. El resto es historia conocida.

Ecuador es el lugar en el mundo de Galíndez. El 4 de enero de 2022 se mudó a Chile para defender los colores de la Universidad de Chile como uno de los principales referentes del entrenador colombiano Santiago Escobar pero en julio acordó su salida para volver a su país. El Aucas lo recibió con los brazos abiertos: “Entendí que era imperante retornar a mi país para ser una alternativa real para la Selección”.

Todo fue repentino en la carrera de Galíndez, quien hoy mira hacia atrás y se emociona: “Hace dos años, para mí era imposible imaginarme en un Mundial. La verdad es que es un sueño cumplido. Agradezco infinitamente al cuerpo técnico, a la dirigencia y a la gente, al país. Ecuador es mi país y los defenderé con todo lo que tenga”.