Siempre dispuesta a decir lo que piensa. De esta manera es como se muestra nada más y nada menos que Cristina Pérez, una de las periodistas más importantes de nuestro país, quien ha sabido muy bien de qué manera ganarse el cariño del público que la sigue tanto en Telefe como así también en su programa de Radio Rivadavia.
Fue justamente en «Cristina Sin Vueltas», el ciclo que lleva adelante en la mencionada emisora, donde habló del asesinato de Morena, la nena de 11 años a la que mataron a la entrada de la escuela en Lanús. «La Argentina bestial se cobró otro sacrificio. Sus mandíbulas monstruosas no perdonan. La risa de una nena quedó en el eco de una calle abandonada hasta por Dios donde se la devoró la barbarie. Pero no fue una excepción. Es la regla», comenzó señalando.
«Las jaurías de motochorros que parasitan a los inocentes, -deshumanizados por la droga-, son el descarte de un negocio que el poder apaña. El adicto peligroso es como un vampiro que vive de la sangre de los otros mientras se autodestruye. Consume y se consume. Como si no tuvieran alma, son un mismo rugido con las motos en las que se vuelven depredadores. Salen a la caza de inocentes sin que nadie los detenga: jinetes feroces del Apocalipsis en el que se ha convertido el Conurbano», sostuvo la comunicadora.
Delante de los oyentes, decidió ir por más. «El caso está cerrado”, dijo el ministro de Seguridad como si parte del problema no fuera que llegan después. Siempre llegan después. Esa es la sutil complicidad. El narco es la única actividad en la que prima el dejar hacer, dejar pasar. El adicto peligroso -que mata si tiene que matar para volver a drogarse- es el cliente perfecto del negocio próspero del narcotráfico que se nutre de los pobres: casi el único negocio que no tiene cepos en esta Argentina donde mandan la policía a controlar la compra de dólares, pero no a los narcos», sostuvo.
Contundente
«Todos los conocen, saben dónde se drogan, a quien le compran y que necesitan volver a comprar como sea. Pero si los detuvieran por los delitos que cometen arruinarían el negocio. ¿Alguien quiere arruinar el negocio? ¿Alguien quiere arruinar el negocio? ¿Alguien quiere arruinar el negocio? Nadie contesta. En las barriadas de Villa Diamante, como en tantas otras zonas liberadas, los vecinos viven condenados a la supervivencia, es decir a luchar por mantenerse con vida. Ir a comprar el pan, ir a la escuela, salir temprano a tomar el colectivo, volver a casa después de un día duro de trabajo, son actividades peligrosísimas», aclaró Cristina Pérez.
«Alguna vez se las llamó vida cotidiana. Hoy son situaciones temibles. Vivir mirando si aparece una moto. Como en la mañana inhóspita en la que a Morena la destrozaron por dentro arrastrándola por el asfalto para despojarla de su mochila y su celular. Sólo minutos antes, otro chico que iba al colegio, se percató de la luz mala de la moto y la esquivó cuerpeando con el peligro. Ella no pudo. La pobreza hace la vida miserable. La inseguridad se la lleva en un minuto. El Ministro de seguridad dijo que esto se resuelve fácil. ¿Y por qué no lo hace?», se preguntó.
«El robo a los pobres financia la adicción de otros pobres, y llena las arcas del narco, que ríe viendo por TV las declaraciones cínicas del funcionario, mientras el pueblo llora la muerte de una nena. Los prontuarios de los asesinos de Morena escupen delitos por decenas, y condenas y órdenes de captura que nadie ejecutó. Portan el curriculum de la impunidad. Total, la sentencia ya la tienen encima, jugados en el desquicio de la droga, en su carrera de muertos vivos, mientras se convierten en verdugos brutales de sus vecinos», lanzó Cristina Pérez.
«No importa lo que digan desde el poder. Todo lo que hicieron hasta ahora, sólo benefició a los patrones del mal. Actuaron como sus mejores socios. Si es que acaso no lo son. Es más, un día de estos, viene un ministro suelto de cuerpo y nos dice en la cara, que “ganaron los narcos”. Ah, no. Mala mía. Eso ya lo dijo Aníbal Fernández», finalizó.