“He vivido mal durante 30 años”, afirmó Franco Torchia, de 47 años, en diálogo con Teleshow. En una cruda entrevista, el panelista de El Diario de Mariana (América TV) se sinceró como nunca antes y dio a conocer su triste historia de vida: “Cuento esto sin evitar revivir el terror en mi cuerpo. Porque todavía me veo ahí, temblando, escondido debajo de la escalera. Y me dirás: ‘¿Miedo de qué? Si no era tu culpa’. Sí, pero nada me dejaba exento de una agresión de mamá. Su odio también solía caer sobre nosotros por carácter transitivo”.
En su relato, Franco Torchia contó que creció sintiéndose un “hijo abyecto»: “Estaba convencido de que sería un niño mejor si hubiese sido diferente… Mi madre ejercía violencia física, creyendo en los golpes como método educativo e incluso como un deber de ella misma… Entre sus máximas, hay una en particular que está íntimamente vinculada a lo que más tarde terminó siendo el desarrollo de mi identidad sexual. Mi madre siempre me decía que todas y cada una de las mujeres que se cruzarían en mi vida estarían decididas a usurparme tal o cual cosa y, por supuesto, a hacerme mal… Entonces, todo aquello que me exigía, me desconcertaba y, a la vez, absorbía, me obligaba a plantearme: ‘¿Qué hago con esto?, ‘¿Realmente debo funcionar así?’ No supe bien hacia dónde disparar, ni siquiera cómo transitar ese camino. Y fue devastador”.
En cuanto a su padre, Franco Torchia recordó: “Creo haber sido muy pequeño cuando, a raíz de mi mariconería, papá advirtió que como varón yo sería una suerte de desertor. El derribador serial y automático de todas sus expectativas. Conmigo, soltó amarras. Y así, automáticamente, pasé a desinteresarle. Ser descendiente directo de alguien que debió inmigrar resultó sobredeterminante para mí. Papá fue pobre. Y crecer con el relato permanente de la guerra y de su miseria iba instalándose en mi cabeza fijando una gran culpa. Fue así que naturalicé la sensación de que mi destino debía ser austero, cargado de malestar y hasta precario. Nunca logré extirparme el miedo a morir de hambre”.
Franco Torchia sufrió dos abusos sexuales durante su niñez
“El primero de ellos a mis 7, tal vez, 8 años, perpetrado por un vecino de 17, quien me proponía jugar a los novios”, contó Franco Torchia. Fue con Tomás Balmaceda, su marido, con quien finalmente pudo hablar de esta situación: “Fue en Milán, mientras viajábamos juntos, que comencé a recordar con mayor nitidez ese episodio de mi vida. Me escuchó y me ayudó a buscar en internet alguna referencia de ese señor en aquella ciudad. Claro que resultó un ejercicio vano, pero valió para saber que Tomás es la persona capaz de edificarme, de sostenerme permanentemente y en quien poder descansar”.
El segundo abuso tuvo lugar entre sus 9 y 12 años: “El abusador era un pibe de aproximadamente 19, amigo de unos conocidos, muy musculoso, sexualizado y demasiado exhibicionista para los parámetros del Club de Regatas La Plata, en el que me dejaba mamá. Y este tipo también fue ejerciendo, sistemáticamente, cierta dinámica de seducción hasta atraparme en los vestuarios, donde me hostigaba. Recuerdo verlo desnudo y tocándose los genitales como para que yo me sintiese atraído. Y también que lo único que yo lograba pronunciar ante mi madre era: ‘Por favor mamá, ya no quiero ducharme en el club’. Algo que la enfurecía de sobremanera y todo se hacía aún peor», contó.
Cuando Franco Torchia finalmente se animó a verbalizar los abusos, la primera reacción de su madre fue someterlo “a una exhibición siniestra”: «Me empujó a relatar el hecho frente a su prima psicopedagoga y a sus hijas. No conforme con eso, mi madre me llevó frente a una familia vecina que conocía al abusador. Y una vez más, me sentí arrojado a la sanción ajena, a la duda, al descrédito, al silencio y, principalmente, al desamparo. Por un lado, supuse que todo eso me había pasado por ser maricón. Que se trataba del pasaporte lógico para alguien como yo. Por otro, y en efecto, bloqueó mi sexualidad. Ya a los 11 años sentía que había tenido todo el sexo que se podía tener. De hecho, alguna vez y pasado el tiempo, me he pensado como persona asexual”.
Franco Torchia también mencionó la fotografía que da portada a su libro Te arrancan la cabeza: “Es una imagen muy elocuente en ese sentido. Porque durante un carnaval de mi barrio, promediando los ‘80, y en un episodio que no puedo desentrañar, mi madre me vistió de indiecita. Y a mí se me ve llorando desconsoladamente, como quien se siente ultrajado. En efecto, debo decir que creo que mi madre también abusó de mí. No sexualmente… ¿Pero qué importa si no fue de ese modo? ¿Qué sentido tuvo ese dragueo?… Yo lloro y río. ¡Y lloro! Pienso que ahí, ese día, en ese momento y siendo tan niño, realmente certifiqué que no era heterosexual. Y no solo eso sino que, además, repito: Era maricón. Casi cínicamente, ese recuerdo puntual a modo de souvenir, rubrica mi identidad sexual. Por ende, siempre lo supe”.