(Por Matilde Serra).-
Por su naturaleza histórica, la República Argentina tuvo siempre una vida política tumultuosa, pero ahora ya es directamente caótica. Esa matriz generalizada se advierte también en cada provincia del interior y dentro de ellas, la provincia de Salta gobernada por Gustavo Sáenz resplandece por sus oscuridades.
Ha pasado ya un periodo de gobierno para Gustavo Sáenz y el desgaste político lo alcanzó y lo está superando. El hombre lo advierte y en los primeros meses de su segundo mandato realiza una jugada desesperada para maquillar el desfasaje ya casi inocultable. Convoca a una suerte de concilio político denominado “Pacto de Güemes” al cual adhieren prácticamente todos los estamentos políticos y sectores de las fuerzas vivas.
Ahora, la pregunta es hasta dónde esas adhesiones son por convencimiento o figuración; también por conveniencia. Pero la cuestión no es esa porque al fin el Pacto ya fue firmado y entregado en mano a la vicepresidente, Victoria Villarruel, quien con alta diplomacia señaló que lo haría llegar al Ejecutivo Nacional. No se sabe si por una rápida gestión de Villarruel, o por imperio de las circunstancias que no le permiten cerrar el paquete inicial al presidente, Javier Milei, pero éste, recibió en menos de 48 horas a los gobernadores firmantes de ese documento en la Casa Rosada.
Portando ese dicho documento, Gustavo Sáenz ingresó a la Casa Rosada acompañado de tres gobernadores más, todos de dudosa reputación política, como Osvaldo Jaldo (Tucumán), aquel que orgullosamente jurara por “Néstor y por el mejor gobernador de la historia de la provincia de Tucumán (José Alperovich)”, hoy el “mejor gobernador” fue sentenciado a 16 años de prisión por abuso sexual. También era de la partida, Carlos Sadir, de Jujuy, un títere de Gerardo Morales quien le ordenó -entre otras cosas- detener a dos ciudadanos por supuestos mensajes en las redes donde consignaban la supuesta aventura de la esposa de Morales con un músico de los Tekis. Y Raúl Jalil de Catamarca, quien tiene denuncias en negocios mineros incompatibles con su función, sumó a toda su familia en el Gobierno, más el asesinato de un ministro suyo irresuelto, con un manto de sospecha e impunidad brutal.
El salteño, Sáenz, tiene tal vez un currículum un poco más saneado, pero el listado de obras por las que va a pedir e hizo firmar el Pacto de Güemes, son las mismas que prometió durante su primera gestión, algunas irrealizables a esta altura de los acontecimientos. Son asimismo las mismas obras que mencionó en sus dos últimos discursos de apertura de Sesiones.
“El camaleón, mama, el camaleón, cambia de color según la ocasión…”
La letra de una vieja cumbia retumba en la lejanía recordando que Sáenz ha mostrado siempre tener esa virtud de ir mudando de piel según las circunstancias cambiaban; así, el gobernador de Salta ha mostrado su vocación de ser siempre oficialista. Como dijera uno de sus mentores de joven: “Gustavo no es peronista, ni kirchnerista, ni nada. Gustavo es de la Casa Rosada, no importa quién esté sentado allí, él será de ese color”.
Un breve repaso a su trayectoria mostrará la veracidad de esta afirmación porque nació en el peronismo y formó con Miguel Isa, luego Juan Carlos Romero. Fue funcional a Juan Manuel Urtubey en lo local. En el orden nacional, coqueteó con el kirchnerismo, fue candidato a vicepresidente con Sergio Massa, pero cuando era intendente arregló sin ningún problema con Mauricio Macri. Recibió al presidente, Alberto Fernández con algarabía y en las últimas elecciones puso huevos en todas las canastas. Apoyó decididamente a Sergio Massa como candidato a la presidencia y cuando asumió, Javier Milei, se plantó en tono mesiánico invocando a “Sus fuerzas del Cielo” locales ante el gobierno nacional, pero ordenó a sus diputados votar la Ley Bases.
Ahora, sin ponerse colorado, se reunió con el presidente Milei en lo que se puede llamar un acto de entrega y sumisión, asegurándole apoyo para que la famosa Ley Bases tenga aprobación, mandando a sus diputados a levantar dócilmente la mano, no importa lo que ocurra con las consecuencias, el fin último es mantener el negocio de la construcción en pie.
Es una ironía, pero haber utilizado a Güemes que rechazó los honores, el dinero y hasta el médico que pudo salvarle la vida por lo claudicar en sus principios de mantener la dignidad de Salta en pie, resulta una brutal paradoja que coloca al gobernador Sáenz, más en la vereda de quienes vendieron a Güemes, que de aquellos que lo honraron.