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ECONOMÍA

La moraleja de la experiencia chilena: por qué el superávit fiscal no alcanza para consolidar la estabilización del dólar

En Chile, tres años de cuentas equilibradas no evitaron una crisis profunda con devaluación abrupta.

Superávit

En medio de la expectativa por el acuerdo con el FMI y los signos de tensión en el frente cambiario, resurgen interrogantes clave sobre la estrategia oficial. ¿Alcanza el superávit fiscal para consolidar el ancla cambiaria y frenar la inflación? La experiencia de Chile en los 80 vuelve al centro del debate: tres años de cuentas equilibradas no evitaron una crisis profunda con devaluación abrupta y colapso bancario.

El mensaje que sobrevuela es claro: una política fiscal ordenada es condición necesaria, pero no suficiente.

El economista Gustavo Reyes, de Ieral-Fundación Mediterránea, recordó en una reciente exposición ante empresarios que Chile, tras fijar su tipo de cambio a mediados de 1979, cayó en una crisis en 1982 con una contracción del PBI del 14,1%, desempleo del 25% y una masiva intervención estatal para salvar bancos.

Pese al superávit previo, la combinación de tasas internacionales en alza, caída de precios de exportación (como el cobre) y un atraso cambiario derivó en una recesión histórica. No fue el déficit fiscal —como en Argentina, Brasil o México— el detonante, sino una liberalización financiera sin red de contención.

El contexto actual de Argentina no replica aquella situación, pero las similitudes en la discusión sobre la sostenibilidad del “ancla cambiaria” vuelven a ser relevantes.

El ancla, las reservas y el cepo

La estrategia actual se apoya en tres pilares: superávit fiscal, esterilización monetaria y tipo de cambio controlado. Pero mientras el Gobierno descarta un salto devaluatorio, los mercados se anticipan: la brecha cambiaria se amplía, el Banco Central dejó de comprar dólares y las reservas netas vuelven al terreno negativo.

La liquidación del complejo agroexportador se redujo a USD 64 millones diarios y los inversores desarman posiciones en pesos ante la incertidumbre sobre la salida del cepo.

En paralelo, las tasas reales vuelven a ser negativas, lo que erosiona el atractivo del carry trade. Como advirtió GMA Capital, “si la tasa en pesos no compensa el riesgo cambiario, no hay incentivo para liquidar dólares ni postergar compras”.

El fantasma del “Día D”

Para el economista Jorge Vasconcelos, también del Ieral, el mayor desafío no es técnico sino de expectativas. “La clave es evitar la idea de un ‘Día D’ después de las elecciones”, sostuvo. Mientras no haya una hoja de ruta clara hacia la unificación cambiaria, persistirá la presión sobre los dólares financieros, las tasas y los futuros.

El crawling peg al 1% mensual, frente a una inflación que no perfora el piso del 2%, genera una apreciación del peso que, sumada a la inflación inercial, complica la competitividad externa. Y sin inversión sostenida, la productividad no repunta.

El blend como doble filo

El esquema blend —que permite a los exportadores liquidar el 20% al tipo de cambio financiero— fue útil para frenar la inflación entre septiembre y noviembre de 2024. Pero su mantenimiento, en un contexto de tipo de cambio oficial semi-congelado, limita la acumulación de reservas y genera señales cruzadas sobre el rumbo del modelo.

El FMI ya habría planteado la necesidad de revisar ese esquema, junto con la regla de intervención del BCRA, antes de liberar fondos frescos. Para el organismo, el problema no es fiscal: es cambiario.

Un superávit que no alcanza

“Un buen balance fiscal no evita una crisis si la regla cambiaria no es creíble”, alertaba un paper del FMI que comparó las experiencias de Argentina y Chile con regímenes de tipo de cambio fijo. La credibilidad —tanto del ancla como del sendero hacia la salida del cepo— es clave para sostener el proceso.

Además, el stock de pesos que podría volcarse al dólar, si se descomprime el mercado, sigue siendo elevado: Aurum Valores estima que asciende a USD 78.000 millones, sumado a bonos en pesos por otros USD 30.000 millones.

Mientras tanto, las reservas brutas del BCRA bajaron de USD 31.000 millones a USD 26.000 millones en apenas dos meses.

La negociación con el FMI

El FMI quiere un plan. Y aunque el staff destaca el ajuste fiscal y el esfuerzo desregulador, exige mayor precisión sobre el tipo de cambio y el régimen de intervención. Como señaló un economista del Fondo en off desde Washington: “El Gobierno es más ortodoxo que el propio FMI, pero no puede patinarse los dólares”.

Ese mismo técnico recordó que en 2018 el BCRA vendió en tres semanas lo que debía durar un semestre. Por eso, el organismo ahora busca garantías para evitar una repetición. Un tope a la demanda de divisas por parte de empresas o una regla de salida para dividendos encepados son opciones que están sobre la mesa.