Con el objetivo de acumular 5.000 millones de dólares en reservas netas antes de junio, el Gobierno de Javier Milei planea tomar más deuda para cumplir con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La estrategia apunta a evitar la intervención del Banco Central en el mercado cambiario hasta que el dólar oficial baje a los $1.000, en línea con la promesa de Milei. Sin embargo, esta decisión genera dudas sobre la sostenibilidad del plan económico en el mediano plazo.
El acuerdo con el FMI contempla el uso de herramientas financieras como los repos —préstamos con garantía de bonos soberanos— y la emisión de nueva deuda. Esta vía permitió al Gobierno sumar divisas sin necesidad de comprar dólares en el mercado y así mantener «dormido» el tipo de cambio dentro de una banda de entre $1.000 y $1.400. De acuerdo a datos del Banco Central, las reservas brutas alcanzaron los u$s38.846 millones, el nivel más alto en dos años.
A este monto se sumaron u$s1.500 millones de organismos multilaterales y un repo de u$s2.000 millones con bancos privados, que según el ministro Luis Caputo, ya está en la etapa final de negociación. En junio se esperan otros u$s4.100 millones (entre FMI y otros entes) y u$s3.500 millones más para la segunda mitad del año. Pero el desafío sigue siendo grande: antes del acuerdo, las reservas netas estaban en rojo por u$s9.500 millones.
La estrategia de no intervenir en el mercado cambiario hasta que el dólar baje a $1.000 busca alinear la política monetaria con el objetivo de mantener tasas de interés reales positivas y evitar una emisión descontrolada. No obstante, el propio FMI advierte que depender tanto de la deuda puede ser riesgoso si el tipo de cambio no refleja las condiciones económicas reales y afecta las exportaciones, un motor clave para generar dólares genuinos.
El problema de sostener el dólar a $1.000
Los economistas alertan que el tipo de cambio «dormido» podría desalentar las ventas de los exportadores, que perciben un dólar menos competitivo. Esto pondría en jaque la acumulación orgánica de reservas, obligando al Gobierno a seguir endeudándose. Además, el acuerdo con el FMI exige recomprar Letras Intransferibles del Tesoro por más de u$s23.000 millones, lo que convierte deuda interna en externa, agravando la carga financiera sin reducir el nivel de endeudamiento total.
En este marco, el FMI impone metas estrictas de reservas netas para todo 2025, con revisiones trimestrales que podrían interrumpir los desembolsos si no se cumplen. Argentina tiene antecedentes de incumplimientos en este frente, como ocurrió en 2023 bajo el gobierno de Alberto Fernández, que no logró alcanzar las metas por la sequía.
Hoy, en un contexto completamente distinto, la historia vuelve a poner sobre la mesa los desafíos de una economía que depende de dólares prestados. La duda no es sólo si se llegará a los objetivos del FMI, sino qué costo tendrá para el país sostener un dólar «planchado» mientras crece la deuda y se enfría la economía y la inflación no baja a un dígito anual.
