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SOCIEDAD

El vino épico: la tradición vinícola en los poemas de Homero

Tan importante es el vino para la historia de la humanidad que ha contribuido a confirmar la existencia histórica de relatos que se consideraban ficciones literarias.

Vino

La Ilíada y la Odisea suponen dos poemas épicos que tradicionalmente se atribuyen al aedo Homero, quien alude al vino una y otra vez al referir, por ejemplo, a «el vinoso ponto«. Se trata de un mar que, por sus características, recuerda al vino y que se presenta infestado de distintos peligros. No obstante, por esa misma razón, augura notables gestas y peripecias para los héroes que lo navegan. Los especialistas, principalmente arqueólogos e historiadores, no siempre cuentan con la ocasión de probar de manera empírica y documentar los hechos que se narran en el ámbito de la literatura. No obstante, en raras oportunidades, un hecho o lugar considerado ficticio pasa al domino de lo histórico.

En tiempos recientes, una serie de excavaciones de carácter arqueológico consiguió corroborar de manera concluyente y mediante evidencias, el consumo extendido de vino en la antigua ciudad de Troya. Tamaño descubrimiento contribuye a desmentir la creencia de que el vino estaba reservado de manera exclusiva a las élites. Por otro lado, este hallazgo no solamente confirma las prácticas descritas en los poemas homéricos, sino que asimismo concede un panorama más amplio respecto a las prácticas socioculturales de los ciudadanos de Troya a lo largo de la Edad de Bronce (desde el 3300 hasta el 1200 antes de Cristo). Partiendo de una serie de estudios de los restos químicos presentes en vasijas antiguas, los estudiosos consiguieron confirmar que el vino constituía una parte cotidiana en la dieta de los habitantes de Troya, sin importar la condición social en la que se encontraran situados.

El análisis de los restos hallados

Con el objetivo de tener éxito en su empresa, los investigadores llevaron a cabo una serie de análisis a los residuos de materia orgánica que se hallaron en los fragmentos de depas amphikypellon (copas destinadas a servir las bebidas durante la Edad de Bronce) pertenecientes a la colección de Arqueología Clásica de la Universidad de Tubinga. Maxime Rageot, de la Universidad de Bonn, fue el responsable de llevar a cabo el análisis químico.

Para hacerlo, Rageot tomó muestras de dos gramos a partir de los fragmentos cerámicos, las cuales fueron expuestas a temperaturas de hasta 380 grados centígrados. Luego, se operaron técnicas de cromatografía de gases y espectrometría de masas con el fin de identificar los compuestos que estuvieran en los residuos. Esta técnica posibilitó la detección de biomarcadores propios del vino, tales como los ácidos succínico y pirúvico. Estos compuestos se producen de manera exclusiva en el proceso de fermentación del jugo de uva. Su presencia en las copas de Troya dio cuenta concluyentemente que ellas contenían vino.

Asimismo, el grupo de profesionales realizó una comparación de los residuos con muestras extraídas de recipientes de otras áreas del Mediterráneo y Anatolia. Así, se hallaron similitudes con restos de vino que procedían de asentamientos micénicos e hititas. Ello sugiere que tanto la comercialización como la producción de vino fueron prácticas ampliamente extendidas en la región. De ese modo, los hallazgos ubican a Troya dentro de una red económica y cultural considerablemente más en contacto de lo que se especulaba.

Las conclusiones respecto al consumo de vino

Los estudios dieron cuenta de la existencia de ácido succínico y ácido pirúvico en una importante cantidad de los fragmentos que se analizaron. Este aspecto confirma que los depas amphikypellon se empleaban para el consumo de vino en Troya y que su consumo no estaba restringido solo a las clases privilegiadas. Asimismo, la proliferación y diversidad de estos recipientes en contextos diversos confirman que el vino no era un privilegio reservado a la aristocracia.

Por el contrario, suponía una parte constituyente de la vida cotidiana de la población promedio. Otro aspecto central de la investigación responde a la localización de pruebas concretas de elaboración local de vino en Troya. Las muestras de suelo recolectadas en las cercanías de la ciudad evidenciaron restos de polen de vid. Lo cual indica que hubo un cultivo local de uva para la producción de vino. Tales datos desmienten, de ese modo, el concepto de que los troyanos dependían de manera tajante del comercio exterior para hacerse con el vino.

La corroboración de que el vino se consumía de manera asidua en Troya implica sensibles connotaciones para nuestro entendimiento de la sociedad troyana. Exhibe una sociedad en la que el vino ocupaba un rol central en los contextos sociales y rituales, con prácticas que se asemejan sorprendentemente a las narradas en las epopeyas homéricas.

Los descubrimientos también invitan a considerar que el consumo de vino bien podría estar relacionado a festividades religiosas y ágapes comunitarios. La existencia de depas amphikypellon en viviendas de distintas dimensiones señala que las familias troyanas contaban con acceso al vino. Su consumo, asimismo, no se reducía solamente a los entornos ceremoniales o las celebraciones de la nobleza.