¿Qué pasaría si Argentina dejara de castigar el consumo con impuestos en cada eslabón de la cadena? La pregunta recorre despachos oficiales, planillas privadas y discusiones técnicas. Y la respuesta no deja lugar a dudas: una reforma impositiva podría transformar los precios, impulsar la actividad y aliviar el bolsillo sin desfinanciar al Estado. El Gobierno lo sabe y lo tiene en carpeta.
Hoy, más de la mitad del precio de lo que consumen los argentinos son impuestos. En alimentos, ropa, calzado, autos o electrodomésticos, la presión fiscal distorsiona el sistema de precios y licúa el poder de compra. No se trata sólo del IVA: se suman Ingresos Brutos, tasas municipales, retenciones encubiertas y gravámenes en cascada. El resultado: un sistema opaco, regresivo y funcional a la informalidad. Así lo indica el análisis de Damián Di Pace, director de Focus Market.
Del precio de góndola al peso del Estado
Según una simulación elaborada a partir de estructuras comparadas, una botella de leche que cuesta $2.650 podría bajar a $2.232 si se eliminan tributos acumulativos y se reduce el IVA a la mitad. El pan pasaría de $1.700 a $1.470; los fideos, de $1.571 a $1.323; el kilo de peceto, de $12.999 a $10.761. La diferencia no es técnica: es diaria, visible, concreta.
En el Gobierno evalúan distintos modelos para simplificar el régimen actual sin comprometer la recaudación. Entre ellos, eliminar Ingresos Brutos, el impuesto al débito y crédito, y avanzar hacia un IVA reducido para productos esenciales. Con una estructura más ágil, los precios bajarían sin necesidad de controles ni congelamientos.
Las cadenas de supermercados advierten que los municipios y provincias están subiendo tributos por encima de la inflación, con tasas que no tienen contraprestación y que terminan trasladándose a las familias. Seguridad e Higiene, por ejemplo, se volvió una caja paralela. Las advertencias ya llegaron a la Secretaría de Comercio.
El impuesto silencioso sobre el crédito
Los préstamos personales también pagan el costo de este esquema. En algunos casos, hasta el 50% del monto solicitado se lo lleva el fisco. Es una trampa para el asalariado y una barrera para el consumo. Las cámaras que agrupan a los bancos ya advirtieron que urge un rediseño que unifique criterios y recupere la lógica de incentivo.
El índice Big Mac, elaborado por The Economist, lo muestra con ironía. En Argentina, un combo mediano cuesta $10.900. El 47% de ese precio son impuestos. Solo Suiza aparece por encima en el ranking mundial. Si se aplicara la reforma en estudio, el precio caería a $7.192. No es sólo simbólico: el índice resume cómo tributa el consumo masivo.
Indumentaria, calzado y autos: lo que más bajaría
Una prenda nacional que hoy cuesta $30.000 podría venderse a poco más de $19.000. Un par de zapatillas nacionales bajaría de $115.000 a $96.983. Y en el caso del calzado importado —con aranceles, percepciones e IVA— la caída sería aún mayor: de $200.000 a poco más de $162.000.
En el sector automotor, el recorte sería histórico. Un auto de gama media que cuesta $31 millones podría reducirse a $18,9 millones, una baja del 39%. La eliminación de impuestos internos ya fue un primer paso. Pero la carga estructural sigue atada a tributos nacionales, provinciales y locales que se suman uno sobre otro.
Una discusión de fondo
El Gobierno no plantea eliminar impuestos, sino revisar cuánto pesan, cómo se acumulan y qué incentivos generan. No se trata de recaudar menos, sino de recaudar mejor. Y sobre todo, de dejar de castigar al que produce y al que consume.
En términos políticos, la discusión ya está sobre la mesa. El oficialismo apuesta a consolidar su respaldo legislativo para avanzar con una reforma estructural que tenga efecto económico real y no solo técnico. En los hechos, implicaría recuperar competitividad, mejorar ingresos reales y dinamizar sectores clave.
El consumo interno está atado a este nudo. Si no se deshace, todo el resto —tasas, acuerdos, metas— se vuelve esfuerzo en vano. El Gobierno prepara sus próximos pasos, sabiendo que una economía sana no puede construirse sobre precios inflados por impuestos invisibles.