Miguel Merentiel está atravesando su mejor momento desde que llegó a Boca. En este Mundial de Clubes, el delantero uruguayo de 29 años no solo lidera la tabla de goleadores del Xeneize, también se hizo dueño de la cinta de capitán y se convirtió en el alma del plantel dirigido por Miguel Ángel Russo.
La cinta no le queda por protocolo, le queda por peso propio. Merentiel la lleva con naturalidad, sin sobreactuar. Contra Benfica y Bayern Múnich mostró jerarquía para definir y un fuego interno que contagia. Y lo más interesante es que sabe cuándo hablar y cuándo callar. Después de la caída ante el el Gigante Bavaro confesó en una entrevista para DAZN: “Yo no soy mucho de hablar, pero a veces hay que hacerlo”.
Su rol como capitán lo asume con seriedad y responsabilidad. En esa misma entrevista fue directo y transparente: “Es una responsabilidad grande, y trato de honrarla todos los días”. En la cancha, sus números lo respaldan: dos goles en dos partidos, y en ambos momentos calientes. Le abrió el camino al Xeneize frente a a los portugeses y empató contra los alemanes con una definición de goleador. Pero su aporte va más allá de las estadísticas.
La relación con la gente también es especial. No necesita redes sociales, ni grandes declaraciones para conectar con el hincha. Su forma de hablar es su manera de jugar: concreta, sincera, frontal. Por eso, su dedicatoria tras el partido con Bayern fue tan simple como emotiva: “Para mi mujer, para mi hija y para todos los bosteros que vinieron hasta acá”.
Este certamen internacional encontró a Merentiel en un punto de madurez total. Boca necesitaba referentes y encontró en él una figura inesperada, que llegó en silencio y hoy es el patrón del ataque. Con la 16 y la cinta, La Bestia es mucho más que un jugador en racha. Es el cara de un equipo que, con él al frente, se permite seguir soñando.