Si Boca impresionó al universo futbolero, y sobre todo al europeo, con su impresionante movilización de hinchas a los Estados Unidos para disputar el Mundial de Clubes, la gira a Europa de 1925 logró una hazaña no solo en la historia de la institución, sino en la del fútbol argentino. Fue la primera vez que un equipo de este territorio viajó a demostrar el arte del potrero. Y regresó al país, 100 años atrás, con un saldo aplanador: 15 triunfos, un empate y tres derrotas.
En realidad, la invitación había sido enviada a la Asociación Argentina de Football -así se llamaba la actual AFA– con el objetivo de que el viaje lo hiciera la Selección nacional, que en 1924 había conquistado la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de París. Sin embargo, ante la falta de respuesta, el club boquense alzó la voz y levantó la mano.
Si bien el campeonato estaba en plena disputa, lo cierto es que el “Xenieze” pudo reforzarse con el apoyo de otros elencos de Buenos Aires y el interior. Así fue que llegaron Manuel Seoane, crack de Independiente y El Porvenir, Cesáreo Onzari, el autor del popular «gol olímpico» contra Uruguay en 1924, el arquero Octavio Díaz, de Rosario Central, Luis Vaccaro, de Argentinos Juniors, y Roberto Cochrane, defensor de Tiro Federal.
Tan grande fue la efervescencia que el capitán de River, Enrique Gainzarain, le dio un ramo de flores a Alfredo Elli, su par del conjunto azul y oro, en la despedida del plantel. «Fue una inolvidable demostración a los footballers viajeros, pues se calculan en 20.000 las personas que hicieron acto de presencia al momento del embarque», escribió la revista Caras y Caretas, que todavía acostumbraba a utilizar modismos a los términos futboleros.
No obstante, también apareció otra persona para acompañar a los viajeros: Victoriano Caffarena, un escribano de 22 años que era socio desde 1922, nieto de genoveses, la comunidad italiana que fundó el cuadro de la Ribera en 1905. Era tan fanático que se peleó con su familia para quevendieran un campo y así poder solventar algunos gastos de la gira, como pasajes propios y de los jugadores. El hincha de la entidad ofició de rueda de auxilio para los futbolistas y se puso el traje de utilero, masajista y asistente de lo que necesitaran. Solo le faltó entrar a la cancha con los botines puestos. «Es el jugador número 12», dijo Antonio Cerrotti. Sin saberlo, así nació el nombre de la hinchada y a la que posteriormente sería la barra brava azul y oro.