Para Boca, el Mundial de Clubes que se llevó a cabo en los Estados Unidos, fue un trago amargo. La travesía empezó con una igualdad ante el Benfica de Portugal y concluyó con el empate 1-1 con Auckland City, un club semiprofesional de Nueva Zelanda que se entrena tan sólo tres veces por semana y cuyos jugadores deben tener un empleo aparte porque el dinero no les alcanza. Es un plantel repleto de historias particulares, que dan lugar a una cantidad indeterminada de anécdotas.
Gerard Garriga, volante catalán de 32 años y titular aquel 24 de junio, trabaja en la academia de la institución. Su experiencia en el certamen internacional la catalogó como “inolvidable” y, en una entrevista con la web de TyC Sports, confesó que el match y, sobre todo, no haber perdido contra el “Xeneize” fue “más importante que ganar la liga de Nueva Zelanda o la Champions de Oceanía”.
Luego de sufrir dos goleadas contundentes por 10-0 y 6-0 contra Bayern Múnich y las “Águilas” respectivamente, los ánimos no fueron afectados en el equipo neozelandés dada la proximidad de los juegos. Por ello,el mediocampista español dijo que la motivación “salía sola” y que después de “dos grandes rivales”, si bien consideraban al conjunto azul y oro como un “equipazo”, su temporada “no era la más regular” y aseveró que el partido más accesible era “el último”.
Sin embargo, para el elenco oceánico no pasó desapercibido la hinchada del cuadro argentino, una característica particular y única que Garriga destaca especialmente. No obstante, posee una anécdota que guardará en su memoria por ser llamativa.
“No paró de cantar durante 90 minutos. Al día siguiente volaba a España y me acuerdo de estar en el avión, yo intentaba dormir porque fui unos 5 días a visitar a la familia. Cerraba los ojos y sentía como que me estaban aún cantando la canción de ‘Dale Boca’. Se te mete en la mente y en la cabeza y no puedes sacarlo. Me acuerdo de estar en el avión sentado y pensar: ‘¿Pero qué me está pasando?’”, confesó.