En su gira por China, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, aprobó la incorporación de la Argentina a la Franja y la Ruta de la Seda, un megaproyecto legendario con el cual el país asiático vivió sus momentos más gloriosos de avance económico y comercial. De esta manera, se obtuvo un financiamiento de USD 23.000 millones para invertir en obra pública y canales de acceso.
Para tomar una dimensión del proyecto al cual se metió Argentina, la idea es que China sea el gran lazo de conexión entre gran parte de los países del mundo poniendo a disposición el 75% de las reservar energéticas para el 70% de la población de todo el planeta. Tal es la magnitud que se estima que mediante la Ruta de la Seda se genere el 55% del PBI mundial.
Uno de los puntos centrales de este memorándum de entendimiento firmado por el jefe de Estado es que cuenta con una vía de acceso terrestre para Pakistán, Afganistán, Turquía, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes hasta llegar a París por medio de instalaciones ferroviarias desde el país creador de este proyecto.
A su vez, también hay una ruta marítima para llegar a América Latina, África y Medio Oriente desde Asia o Europa. A raíz de esto, se crearan bases militares, puertos comerciales en los océanos Indico y Pacífico que facilitan la comercialización, una estrategia que preocupa mucho a Estados Unidos porque pone en jaque su rol como primera potencia mundial en materia comercial.
Una última clave a tener en cuenta es que servirá para combatir el extremismo y separatismo de las regiones que no son alcanzadas por Estados Unidos o que no tienen una vía de acceso tan sencilla. En total son 140 países adheridos de los cuales hay 30 europeos, 37 asiáticos, 54 africanos y 13 Latinoamericanos, con la ausencia de Brasil entre las más destacadas.