Suele pensarse a priori que cuando hablamos de nuestra bebida preferida, la ocasión ideal para disfrutar de los vinos dulces es al momento del postre. Sin embargo, hay variedad y paladar para todos los gustos y para cada momento, y mucho por conocer. Para bajar una comida que resultó pesada, para relajar nuestro paladar o hasta para frenar la efervescencia de un día complejo, los vinos dulces resultan una de las opciones más elegidas, y entre ellas, el Chardonnay es el que sobresale.
Primero, vamos a referirnos a las claves de los vinos dulces, y qué tener en cuenta a la hora de elegirlos. O incluso, saber que hay otras ocasiones y maridajes en los que los vinos dulces pueden emerger como la sorpresa y generar un efecto que no se conoce demasiado.
Iniciamos planteando que la condición fundamental de los vinos dulces la da por supuesto la presencia de azúcar. El mismo puede provenir de dos caminos: o estar en cantidades suficientes directamente en la uva o ser agregado de manera artificial. Claro está que aunque no hablemos de vinos dulces, el azúcar está presente como energía de las levaduras, en el proceso de transformación del mosto en vino. Pero una uva que sea alta en azúcar tiene una fermentación más rápida.
Al interrumpir la fermentación, el dulzor se mantiene de una forma natural. Pero también puede provenir al deshidratar la uva a través de la acción de hongos que son colocados para la producción. La clave, en tanto, para que la bebida no se convierta en empalagosa como puede ser un licor, la dan los taninos, que brindan complejidad y contienen el contenido más meloso y que se adhiera al paladar.
Es más fácil encontrar vinos blancos dulces, pero la oferta no se limita a ellos. Sí debe considerarse que son los que primero vienen a la mente: aquellos ideales para servirse en el postre y bien fríos, con la capacidad de mantener el sabor y la textura, aunque eso sí, ser fuertes.
Una de las claves que ha puesto la atención en esta variedad es la preferencia que le han dado los más jóvenes a los vinos dulces, fundamentalmente los naturales. Aquellos que se empiezan a incursionar en este mundo, sobretodo las mujeres, que van paulatinamente adaptando el paladar y que se ven seducidas por estas propuestas livianas, amenas a la boca y atractivas en el sabor, lejos de lo que pueda representar una opción más espesa o amarga.
Recomendaciones
Podemos mencionar acá al Moscatel, un vino muy gustoso y de elaboración compleja, ya que proviene de vendimias tardías. Es muy elegido para maridar con frutas y ser servido a una temperatura fría, no muy lejos de la marca de congelación. Otros lo prefieren en platos orientales como ceviche, el sushi o el chow fan, dado que frena la acción potente y amarga de estos componentes.
También recomendamos el Chardonnay, un vino ligero, que ofrece sabores de avellana o caramelo, aportando al paladar un dulzor que descomprime cualquier comida sobretodo picante o con elementos que tomen el gusto. Por eso, suele ser maridado con mariscos o pescados en general a la hora del contraste, y elegido a su vez para combinar platos caramelizados o a base de crema.
En tierras mendocinas, en las que manda siempre el Malbec, se destacan asimismo los Cosecha Tardía de la Bodega Bournett, o el último Lindaflor en su botella edición limitada, de medio litro. Si nos vamos para el Valle Calchaquí, podemos optar por el Torrontés de Siete Vacas, reconocido por su final largo. O el Torrontés de Viña Centenaria de la Bodega Mena Saravia, en el que sobresale su frescura y aroma a cítricos y duraznos.
Todos estos vinos naturales son cosechados en la llamada Cosecha Tardía, como se denomina a esa instancia previa a la primera helada, y que tantos consumidores eligen sin dudar. Estos vinos son dejados el mayor tiempo posible, en los que la uva va perdiendo su composición al excederse del tiempo habitual de recolección, y comienza a deshidratarse. Esta sobremaduración de la uva hace que aumente la presencia de azúcar, de manera natural.
A la hora de los tintos, recomendaremos el Syrah, que llegó a suelo local desde tierras francesas hace pocos siglos, pero alcanzó el renombre recién entrados los 2000. Es dominante su color cereza, más rojizo que un vino común, con un aroma penetrante y frutal. En el paladar se percibe como denso y seco, originado en los frutos rojos y negros que hacen a la uva.
Es un vino muy elegante, de exclusividad, aunque bien versátil en su producción, lo que hace que sea posible encontrar versiones accesibles para el bolsillo. Se recomienda maridarlo con las carnes grasosas, sobretodo el cerdo. También, en platos de pastas al estofado o la bolognesa.
Sin detrimento de lo dicho, sabemos que la elección para acompañar los postres sigue siendo una de las más elegidas y no quedará afuera tampoco de nuestros consejos. Junto a componentes frutales o una ensalada de frutas misma, acompañando al chocolate o degustando una torta, los vinos dulces tienen la función de frenar el empalagamiento que genera la saturación de componentes pesados y altamente azucarados.
Los vinos dulces llevan mucho tiempo en la historia y tienen sin dudas, muchas funciones que seguirán sabiéndose con el correr de los tiempos. ¡A disfrutarlos!