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VIDA Y ESTILO

Cultura y tradición en el mundo del vino: un maridaje perfecto

Mucho vino corrió bajo ese puente. Pasaron civilizaciones pero esta bebida ancestral abrevó de todas ellas para convertirse en el referente que es en la actualidad.

Vino

Cultura y tradición son dos términos afines, hasta en ciertos momentos pueden asociarse inconscientemente. Es que el vino es un mundo, y dentro de él la tradición juega un papel fundamental. Si nos remontamos a los orígenes, tenemos que situarnos en el Cáucaso, hoy Georgia, hace más de 8000 años, cuando el vino se guardaba en tinajas. Esa bebida era jugo de uva fermentado. Así nacía y se formaba una de las tradiciones más antiguas y arraigadas del mundo.

Mucho vino corrió bajo ese puente. Pasaron los egipcios, que lo utilizaban en sus rituales sagrados, pasaron los griegos que lo relacionaban con Dionisio, el dios del vino, pasaron los romanos que tenían su famoso falerno reservado para los privilegiados… Y así se fue fermentando la historia, de la mano de los siglos, pasando de civilización en civilización.

El vino era un factor central en las sociedades de la Antigüedad. Era prácticamente todo, medicina, alimento, factor de encuentros y reuniones, inspiración de poetas, termómetro de la economía y factor de desencuentros provocados por los que caían en excesos.

Ya en la Edad Media, que de oscura no tiene nada, fueron los monasterios los encargados de custodiar el legado. El vino le debe mucho a la Iglesia católica, pues sus claustros encerraban los secretos de esta bebida, y los monjes benedictinos y cistercienses registraban con minuciosidad el desarrollo del proceso que hace que la uva dé lugar al vino. Así, tan rigurosos como prolijos, sentaron precedente en los procesos de elaboración vitivinícola. “Ora et labora”, el lema benedictino elevado a los más altos estándares.

De ese tiempo a esta parte, el vino continúa siendo el eslabón de unión en el tiempo y entre las generaciones. Hoy, con estándares de calidad más altos y un mayor grado de conocimiento estamos en condiciones de afirmar que el vino de la Antigüedad no pasaría el control de calidad de un conocedor actual.

Nada novedoso si se lo mira con ojos actuales, ya que el nivel de sofisticación en el proceso debe su condición a la tecnología que fue incorporándose en el proceso, donde los frutos se ven con mayor precisión a partir de la última década del siglo pasado y los comienzos de este siglo. Así como subió la calidad del proceso vitivinícola, de la misma forma trepó la exigencia del consumidor, que se aprestó a interiorizarse para conocer, de la mano de críticos, empresarios del mundo del vino, catadores y “sommeliers”, los secretos más profundos del vino.

La unión de la tradición y modernidad

Un largo camino recorrió el vino, y en la actualidad la modernidad es un factor que se adaptó perfectamente a la ruta vitivinícola, sumándose en todo el proceso productivo, que comienza en el campo y termina en la bodega, para emprender luego la etapa de comercialización, su salida al mundo, su presentación en sociedad.

Enfoquémonos en Italia, más precisamente en Sicilia, donde proyectos como el de la Bodega Planeta enorgullece al país. Planeta no es una sola bodega, es un sistema de seis fincas que abarcan distintos “terroirs”, cada uno con sus características particulares. Desde su fundación en 1990, Planeta marca agenda, fusionando tradiciones ancestrales con innovación y sostenibilidad, dos términos tan conocidos como actuales.

Más aún, trabajan constantemente en la revalorización de cepas en vías de extinción, como la frappato, nerello mascalese o carricante. Planeta no solo es sinónimo de calidad, también combina su trabajo en los viñedos autóctonos con presentaciones gastronómicas, propuestas de arte y turismo rural. Es una experiencia que involucra todos los sentidos, brindando una visión integral de los vinos de Sicilia, cuya historia política y cultural es tan rica como la vitivinícola.

Muy cerca de Italia, en Grecia, la Bodega Gaia Wines trae nuevamente a la palestra a variedades como la assyrtiko, propia de suelos volcánicos, uniendo tradición milenaria con tecnología de avanzada. Así, un poco de la Grecia antigua y su historia se cuela en el espíritu de cada racimo de uva.

En Argentina, la Bodega Terra Camiare se lanza de lleno a su objetivo: recuperar la herencia jesuítica a través de las uvas criollas en su Córdoba natal. Otro ejemplo de excelencia en el rescate de las tradiciones es la Bodega Federico Mena Saravia, que rescató aquel vino que sus ilustres antepasados fabricaban con cepas criollas para engrandecerlo con su nuevo lanzamiento: su vino llamado Tinto Antiguo, un blend de criolla y malbec dispuesto a desafiar a los paladares más exigentes.

En Mendoza, más precisamente en el Valle de Uco, surgen bodegas dispuestas a desempolvar procedimientos antiguos, que se valen de métodos de crianza en tinajas, reciclaje de barricas francesas, con una mirada regenerativa centrada en el suelo y el entorno geográfico. En Uruguay, la Bodega Viña Edén plasma magníficamente la relación entre tradición, artesanía e invención ecológica, buscando rescatar el estilo del Atlántico, respetando el medioambiente y conservando la tradición del vino de familia.

Situándonos en continente asiático, en India y China, las bodegas Sula Vineyards y Grace Vineyard construyen nuevos caminos basándose en sus tradiciones milenarias. Estas civilizaciones toman al vino como manifestación cultural de frente a los desafíos de un nuevo milenio, cierta modernidad formativa con miras a una conexión global concreta.

El vino estaría en condiciones de afirmar que ha recorrido un largo camino. Su derrotero comenzó hace 8000 años y todavía tiene tela para rato. Continuará animando reuniones, uniendo familias, negocios y, por qué no, si se bebe en exceso, tal vez pueda provocar alguna que otra desunión. Desde que el mundo es mundo y el vino es vino, la motivación para degustar una buena copa siempre será bienvenida.