Una de las peculiaridades de nuestros hábitos de consumo contemporáneos que más intriga es la de asignar a determinado vino ventanas de consumo estacionales. Es con ese espíritu que, de manera instintiva, se busca un rosado fresco o un Sancerre ni bien comienza a subir la temperatura del ambiente, la llegada del otoño, con su mesura universal y paleta artística de colores, se ha convertido en sinónimo de otro clásico francés: los icónicos tintos de Beaujolais a base de Gamay.
Esta, aparentemente larga, conexión no es casualidad. Aquella misma vibrante y agradable combinación que históricamente hizo del Beaujolais el acompañamiento perfecto para relucir los ricos y contundentes bouchons tradicionales de Lyon ha consolidado su estatus a este vino característico de la orilla del Atlántico como un imprescindible las festividades otoñales del hemisferio norte.
Probablemente, ninguna época del año da más cuenta de ello que el día de Acción de Gracias estadounidense. En efecto, es entonces cuando el Beaujolais lidera las listas anuales de recomendaciones de especialistas y críticos deseosos de destacar vinos lo suficientemente ágiles como para complementar los distintos elementos de una comida que, como se sabe de manera sobrada, desafían los maridajes intuitivos.

Por otro lado, está igualmente vigente el espectáculo anual del Día del Beaujolais Nouveau, el cual se celebra el tercer jueves de cada noviembre, cuando los primeros vinos frescos de la cosecha arriban al mercado mundial en el apogeo de todo su esplendor, exuberantes y fáciles de beber.
Los encantos de Beaujolais
Por muy arraigadas que se encuentren aquellas asociaciones, los encantos de la región trascienden mucho más allá de aquel atractivo estacional. Basta con preguntar a cualquier comprador profesional o sommelier para saber cómo, con su brillante acidez y jugosos sabores frutales, los vinos Beaujolais se han convertido desde hace tiempo en los tintos predilectos de la industria, ideales para disfrutar en cualquier momento del año.
Quizás más que cualquier otro vino, el Beaujolais deja obsoleta la idea de beberse de acuerdo con la temporada. Una zona vitivinícola increíblemente diversa, el área abarca una amplia gama de denominaciones de origen y terroirs oficiales. Estos incluyen: Beaujolais AOC, una denominación regional que muestra su encanto cotidiano; los 38 pueblos que conforman la denominación Beaujolais-Villages; y los diez crus más famosos de la zona, conocidos por su excepcional capacidad de envejecimiento y complejidad.
Beaujolais y sus eclécticos suelos
Muchos son los factores que contribuyen a la conformación de la identidad de una región vinícola. Si bien las decisiones en la elaboración del vino de Beaujolais, desde las técnicas de fermentación hasta los métodos de envejecimiento llevan a cabo un rol tan fundamental en la formación del Beaujolais como en cualquier otro lugar. Cualquier hecho simple se presenta innegable: una región vinícola es tan diversa como sus suelos. Y el Beaujolais no es la excepción.

Entre los años 2009 y 2017, Beaujolais llevó a cabo una serie de análisis tan rigurosos como profundos de sus suelos con la misión manifiesta de trazar un mapa meticulosamente detallado de los variados terroirs de la zona Luego de unas quince mil muestras de suelo y cincuenta visitas de campo, el proceso confirmó aquello que los viticultores de la región ya por entonces sospechaban.
Lejos de presentar características monolíticas, la zona de viñedos de Beaujolais abarca un prolífico tapiz que ofrece un retrato de la región mucho más complejo y matizado de lo que hasta entonces se imaginaba. Desde la tiza, el esquisto y la arcilla del extremo sur de la región, con sus suaves colinas, hasta las laderas graníticas del norte, donde se concentran la mayoría de los crus, la zona comprende no menos de 300 perfiles de suelo únicos. Dada esta rica composición geológica, no es de extrañar que Beaujolais ofrezca una diversidad de estilos tan excepcional que permita echar por borda la teoría de que cada vino solo es apto para una estación determinada.