SALTA.- (Por Diego Nofal) En tierra salteña, la política huele a naftalina y a golpismo barato. El PJ Salta, intervenido por Cristina Kirchner en un intento de rescatar su esencia frente a la travestización ideológica de Gustavo Sáenz, se ha convertido en el escenario de una comedia violenta. La cual es sostenida por personajes allegados al Gobernador, como Facundo Guzmán y Nicolás Demitrópulos que confunden la democracia con un ring de boxeo.
El domingo por la noche, mientras la provincia intentaba digerir el festín de contradicciones del oficialismo, un grupo de matones, autodenominados “militantes”, intentó tomar por asalto la sede del PJ local. El cerebro tras el operativo fue Facundo Guzmán, un tiktoker devenido en mercenario político, cuyos únicos méritos son su servilismo al gobernador Sáenz y su talento para vomitar guiones escritos por Nicolás Demitrópulos, asesor estrella de un gobierno que parece empeñado en convertir a Salta en un feudo mediático.
Los guardaespaldas ideológicos de Gustavo Sáenz
Guzmán, cabe recordar, es el mismo que en las últimas elecciones recibió un sonoro portazo de la ciudadanía, cuando obtuvo apenas 6.000 votos de 286.000 emitidos. Una derrota que, en lugar de asumirla con dignidad, ha decidido compensar con pataletas y violencia. ¿Qué mejor manera de honrar su vocación antidemocrática que intentar ocupar a golpes lo que no pudo ganar en las urnas? Su gesto no es solo un acto de impotencia, es el reflejo de una maquinaria perversa que, ante el rechazo popular, opta por la intimidación.
Pero el chiste no termina ahí. Detrás de este payaso armado de celular y odio, está Nicolás Demitrópulos, el titiritero que teje desde las sombras los libelos difamatorios que Guzmán repite como loro. Juntos, han convertido las redes sociales en un tribunal sin jueces, donde se condena a críticos y opositores con fake news y amenazas veladas. Lo grave no es solo su falta de escrúpulos, sino la complicidad cómplice de un sistema judicial que mira para otro lado. Así es como lograron que las denuncias por calumnias e incitación a la violencia queden en la impunidad. El régimen de Sáenz necesita de estos sicarios virtuales para silenciar disidencias. Además de jueces cómplices que consideran cualquier critica al gobierno como un acto de intimidación pública.
La intervención nacional del PJ salteño debería ser un llamado de atención. Gustavo Sáenz, que se viste de peronista para después abrazar a Milei, sí el mismo que desprecia las banderas históricas del justicialismo, ha construido un castillo de naipes sobre la deslealtad y el autoritarismo. Guzmán y Demitrópulos no son más que sus guardaespaldas ideológicos, dispuestos a dinamitar instituciones con tal de mantener el poder.
La intervención del PJ Salta, un llamado de atención
Que un personaje marginal, rechazado en las urnas, intente imponer su agenda a patadas no es casualidad, es la consecuencia natural de un gobierno que ha reemplazado el diálogo por la imposición. Su vocación antidemocrática no es un error, es un plan. Mientras la Justicia local siga actuando como una escribanía de los abusos del poder, Salta seguirá siendo rehén de una minoría violenta que no sabe perder y, claramente, tampoco sabe gobernar.
El peronismo, alguna vez sinónimo de lucha por los derechos colectivos, hoy debe decidir si se deja arrastrar por estos mercenarios de la mentira o recupera su rumbo. Porque si algo demostró el domingo es que, cuando las ideas se acaban, solo quedan los puños. Y los puños, señores, nunca construyeron nada que valga la pena.