La mudanza de Boca al predio de Ezeiza significó una transformación profunda en el día a día del plantel profesional. Atrás quedaron las mañanas agitadas de Casa Amarilla, ese rincón del barrio de La Boca que vibraba con la presencia constante de hinchas y periodistas. Ahora, lejos del corazón popular del club, los entrenamientos se desarrollan en un entorno mucho más controlado, pero ¿eso es realmente mejor?
Quien se animó a lanzar esa incómoda pregunta fue Julio César Falcioni, ex entrenador del Xeneize y campeón invicto con el club. En una charla con el programa “Bosteros Desde La Cuna”, el Emperador trazó una comparación directa entre ambos escenarios, apuntando a la pérdida de cercanía con el entorno boquense y el efecto que eso genera en la dinámica del grupo.
La presión del barrio según Falcioni
“Antes era peor. Porque entrenabas en Casa Amarilla todos los días. Tenías 50 periodistas, 200 de la peña que venían todos los días y controlaban a ver qué hacías y qué no hacías”, disparó Falcioni. Su testimonio revive el espíritu de un Boca más popular, más ruidoso, donde cada movimiento del equipo estaba bajo la lupa. En contraste, Ezeiza ofrece una burbuja: mayor privacidad, pero también mayor distancia emocional.
La frase no pasó desapercibida. Muchos hinchas comenzaron a preguntarse si el equipo actual, en medio de un contexto deportivo irregular, no necesita precisamente ese empuje barrial que caracterizaba los entrenamientos en La Boca. De hecho, Miguel Russo llegó a volver parcialmente al barrio al dirigir prácticas en La Bombonera, aunque a puertas cerradas.
Bianchi, su regreso y una decisión que marcó una era
Más allá de la geografía de los entrenamientos, Falcioni también rememoró su abrupta salida del club. En una entrevista con Picado TV, habló del partido frente a Godoy Cruz y del momento en que Carlos Bianchi comenzó a sonar como su reemplazo. Todo ocurrió en un contexto cargado de simbolismo, con la despedida de Rolando Schiavi y un video en el que Bianchi aparecía saludando desde la pantalla gigante.
“¿A dónde iba a trabajar Bianchi? ¿En River? No, tenía que trabajar en Boca. Bianchi era palabra sagrada en Boca. La decisión estuvo bien tomada, pero Angelici se arrepintió toda la vida”, sentenció Falcioni, con una mezcla de resignación y entendimiento. Más allá de la nostalgia, el ex técnico aceptó el peso de los ídolos en la vida institucional del club.
¿Es momento de volver a las raíces?
La reflexión de Falcioni reabre una discusión que no es nueva, pero que sigue vigente: ¿debe Boca recuperar esa conexión cotidiana con su barrio? El predio de Ezeiza ofrece instalaciones de primer nivel, pero se aleja de la esencia de club barrial que construyó su identidad durante décadas. El contraste es evidente, y quizá hoy más que nunca la respuesta tenga un valor simbólico además de futbolístico.
El debate no es solo deportivo. Se trata de algo más profundo: la identidad de un club que, aun en la modernidad, debe decidir si su corazón sigue latiendo en La Boca o si el silencio controlado de Ezeiza es el nuevo camino. Y entre frases, recuerdos y decisiones, Falcioni dejó encendida una chispa que el hincha no puede ignorar.