El informe del staff del FMI publicado el viernes confirmó que el organismo respalda el rumbo económico del Gobierno, pero también marcó con claridad los desafíos pendientes. Entre ellos, el pedido de un mayor esfuerzo fiscal para acceder al financiamiento voluntario, y una preocupación persistente: la debilidad en la acumulación de reservas.
A pesar de haber reducido la meta de reservas en USD 5.000 millones, el Fondo cuestionó iniciativas legislativas que aumentarían el gasto público sin compensación de ingresos, como los aumentos jubilatorios que impulsa la oposición. El organismo advirtió que estas medidas podrían generar un incremento del déficit en torno al 1,5% del PBI.
El dólar bajo la lupa y la reacción oficial
Hasta hace algunas semanas, el dólar se movía dentro de las bandas acordadas entre el FMI y el Ministerio de Economía. Sin embargo, el reciente salto hasta los $1.380 lo dejó peligrosamente cerca del techo de $1.450. La reacción oficial no se hizo esperar: tasas de interés en pesos por encima del 60% anual y un fuerte aumento de los encajes bancarios al 40%.
Según el Gobierno, estas medidas deberían enfriar la presión cambiaria. Desde Max Capital lo sintetizaron así: «Las Lecap ofrecen hoy una oportunidad única. El Gobierno tiene un compromiso firme con el techo del tipo de cambio, incluso más allá de las elecciones». Con tasas reales positivas y un marco monetario contractivo, Economía apuesta a estabilizar el frente cambiario a toda costa.
Inflación: una pausa en la baja
El impacto inflacionario del salto cambiario de julio fue mínimo, algo inédito para la economía argentina. El índice se habría mantenido en torno al 1,6%, al igual que en junio. Pero agosto promete un escenario distinto: sectores como el automotor ya aplicaron aumentos del 5%, y los supermercados empezaron a recibir nuevas listas de precios.
Según Andrés Borenstein (BTG Pactual), la inflación mensual podría ubicarse en torno al 2,2%, lo que representaría una pausa en el proceso de desinflación. No obstante, el economista aclaró que «no es un cambio de tendencia», ya que persiste el ancla fiscal y monetaria. Incluso con este leve repunte, el Gobierno mantiene la expectativa de seguir bajando la inflación en los meses siguientes.
El costo oculto: enfriamiento de la economía
El endurecimiento monetario también trae consecuencias sobre la actividad. Las tasas elevadas y la restricción del crédito afectan tanto al consumo de las familias como a la inversión de las empresas. Según diversos indicadores, la economía muestra un patrón de serrucho sin lograr superar el techo alcanzado en 2017.
Un informe de Fidelitas alertó sobre el aumento de la morosidad: los préstamos personales pasaron de una mora del 4,1% al 5,6% en un año, y las tarjetas de crédito del 1,9% al 3,8%. También crecieron los cheques rechazados, que hoy superan los 60.000 mensuales, afectando la cadena de pagos.
El riesgo electoral y el miedo a “los kukas”
En este contexto, los inversores miran con atención dos fechas clave: las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre y las legislativas nacionales del 26 de octubre. Para muchos, un triunfo oficialista consolidaría el rumbo económico y abriría las puertas al regreso de Argentina a los mercados internacionales.
Luis Caputo apuntó contra el kirchnerismo por el freno en los bonos: «Pagamos con compras del mercado, no usamos ni un dólar del FMI, pero el miedo kuka todavía pesa». Sin embargo, desde el mercado advierten que, más allá del riesgo político, lo que preocupa es la acumulación de reservas y la capacidad de pago de la deuda.
Lo que viene: el segundo tiempo del plan
El salto cambiario cerró temporalmente la ventana de los BONTE en dólares, y dejó al Gobierno con menos herramientas para fortalecer reservas. Aún así, Caputo aseguró que ya se compraron USD 1.500 millones en operaciones en bloque.
El desafío inmediato será estabilizar la economía, consolidar el superávit fiscal y profundizar las reformas estructurales: eliminar el cepo, rediseñar el sistema tributario, recuperar el crédito externo y avanzar en la consolidación macroeconómica. El Gobierno apuesta a que, si el rumbo se mantiene, el cambio será irreversible.