Marco Pellegrino fue el primer refuerzo que cerró Boca tras la llegada de Miguel Ángel Russo. Luego de un buen semestre en Huracán, el zaguero cuyo pase le pertenecía al Milán de Italia se sumó al plantel para el Mundial de Clubes, aunque se perdió los primeros dos partidos por lesión. Debutó ante Auckland City y desde entonces demostró un gran nivel.
La llegada de Pellegrino se dio previo a que Russo margine oficialmente a Marcos Rojo, aunque ya lo tenía en baja consideración. En principio, la idea era que viniera como una alternativa para ser segundo marcador central, pero su nivel sorprendió de entrada. No solo cumplió, sino que convenció al entrenador para darle continuidad como titular.
Desde su debut, jugó y completó los 90 minutos en los últimos siete partidos, que son también los primeros con la camiseta azul y oro. En todos se mostró sólido, seguro y con personalidad para adueñarse de la defensa. El dilema aparece ahora con el regreso de Ayrton Costa, que se perfilaba como titular antes de su lesión, pero perdió terreno.
Lo de Pellegrino no es casualidad: su presencia física, la eficacia en los duelos tanto aéreos como terrestres, y la claridad para salir jugando le dieron un lugar clave en una defensa que todavía busca consolidarse. Hoy, Barinaga corre con ventaja sobre Advíncula, Figal y Di Lollo pelean por ser el primer central, y en el lateral izquierdo Blanco parece indiscutido, aunque la vuelta de Costa abre un nuevo escenario.
Para Boca, la adaptación inmediata de Pellegrino es una gran noticia. La competencia interna elevará el nivel del plantel y le dará más opciones a Russo, que incluso piensa en Costa como un comodín para jugar en el lateral o hasta como tercer central. De hecho, la única vez que coincidieron en cancha fue frente a Independiente Rivadavia, y ahí la pulseada la ganó el ex-Huracán. Todo indica que, ante Banfield, seguirá entre los once.
